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miércoles, 29 de julio de 2015

Despistada





Por: @CamiNogales

Desde muy chiquita, en el colegio, descubrieron que, parte de mi bajo rendimiento académico, adicional a la vagancia, era consecuencia de problemas de concentración y, por esta razón, les recomendaron a mis papás llevarme a una psicóloga para trabajarme este problema que, para mi no lo era, porque si algo me gusta es echar globos.

No hay nada mejor, en medio de una conversación bien aburrida, que divagar con la mente por el mundo y resolver una infinidad de problemas, al mismo tiempo que asentimos con la cabeza.

Lo que ha sido una constante en mi vida, como consecuencia de mi despiste, es la pérdida de todo lo que lleve en la mano. He perdido sombrillas, libros, hasta apuntes de la universidad en un bus por no estar guardados en un bolso, ni amarrados a alguna parte de mi cuerpo.

También he dejado celulares y regalos en un taxi…Este último incidente no se me va a olvidar nunca. Acababa de recibir un saco divino de cumpleaños, el cual pude constatar que me lucía, después de medírmelo, pero desapareció de mis manos en el mismo momento en que me bajé del taxi. Solo espero que le haya lucido a la esposa del taxista.

Esta falta de concentración no solo me llevó a perder tres años en el colegio, sino a enfrentar una serie de circunstancias que han afectado mi vida cotidiana, algunas de ellas aparentemente normales. ¿Acaso a quién no se le ha regado la leche? o ¿quién no se ha pegado con la esquina de la gaveta en la cabeza?

Tampoco les cuento el tiempo que me he demorado escribiendo este post porque me paré a la cocina, miré el celular, entré a snapchat, periscope, twitter, instagram…en fin. Pero bueno, eso es lo de menos porque se soluciona con un poco de presión, lo que no ocurrió en un par de ocasiones.

Cuando vivía con mi novio, hacía todos mis esfuerzos para atenderlo. Una mañana madrugué a las 5:30 a.m. para prepararle el almuerzo que llevaría a la oficina. Puse a cocinar el pollo y me recosté un momento…dos horas después fue él quien me despertó. Solo recuerdo que al abrir los ojos veía muy borroso, producto del humo que había en toda la casa. No pude rescatar nada de ese pollo y menos de la olla que quedó un ‘tanto’ achicharrada. Y ni hablar del apartamento, de la ropa, las paredes, el piso…todo quedó oliendo a quemado por varios días. Desde entonces, él prefirió pocas atenciones por solo instinto de supervivencia.

Ahora vivo sola y soy la única responsable de lo que ocurra al interior de mi casa. Una mañana madrugué más de lo acostumbrado porque debía realizar un viaje de trabajo. Solo recuerdo que salí justa de tiempo y, por lo tanto, de afán. En la noche, cuando volví, sentí un ambiente de sauna algo extraño sumado al ruido del calentador del gas.

Entré a la cocina y todo estaba mojado, hasta el techo, y no entendía por qué. Pues fui al baño y ahí estaba el meollo del asunto: dejé la llave del agua caliente del lavamanos abierta durante todo el día. Además del intento de 'inundación', no ocurrió nada más. Dios es grande y gracias a esa grandeza la muchacha solo tuvo que secar loza, electrodomésticos, piso...y yo, pagar una suma algo exagerada en el recibo del agua.

No sé a cuántos cerrajeros habría tenido que llamar si mi mamá no tuviera el duplicado de las llaves de mi casa. No hay nada que pueda enfurecer más que llegar cansado del trabajo, con ganas de ponerse la pijama, y verse obligado a coger un taxi hacia donde mi mamá, recoger las llaves y devolverme. Esto me ha pasado no una, ni dos veces, sino infinidad de veces.

Otro día iba a salir y no encontraba las llaves dentro de la casa. Por algún motivo abrí la puerta y las llaves estaban pegadas afuera. Pasaron la noche allí y muy juiciosas amanecieron en ese mismo lugar.

Podría escribir todo un libro sobre situaciones similares como hacer mercado, comprar un par de camisetas, llevarme todo lo de comer, pero dejar la ropa en la caja creyendo que no es mía, aunque está recién comprada. Llegar a la oficina sin gafas para constatar que no veo absolutamente nada sin ellas y tener que devolverme para recogerlas y poder ser productiva. Dejar al fantasma en mi casa todo el día con música para que no se aburra...

Lo cierto es que todas las noches, antes de abrir el bolso me persigno y si encuentro las llaves, le agradezco a Dios. Acto seguido, me vuelvo a persignar antes de entrar en la casa, porque no sé con qué sorpresa me voy a encontrar y, si todo está bien, le vuelvo a agradecer al de arriba y a todos los seres de luz por protegerme de mi misma y de mi despiste.


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