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domingo, 10 de agosto de 2025

Otra carta para ti

 



Por: @CamiNogales 

Hola, papi: Esta es solo una, de las muchas cartas, que sé que te escribiré porque es la única forma en la que me puedo expresar, sin censura, y en la que creo que me sientes o me escuchas. Estos 92 días sin ti han sido muy duros, los más tristes de mi vida, sobre todo porque te creía infinito e infalible. 

Nunca imaginé cómo sería mi vida si mo estuvieras acá, era un panorama impensable, y ahora no quiero ni pensar en cómo viviré, lo que me queda de vida, con tu ausencia. La terapia del alcohólico “un día a la vez” aplica para todo, especialmente, para este caso; porque, si me pongo a hacer cálculos, me derrumbo.   

Ya entiendo por qué decían que el duelo es una montaña rusa de emociones; pero quienes no lo han vivido son indolentes frente al esfuerzo diario que uno hace para sobrevivir a este dolor. Pero eso es lo de menos, lo de más es que te extraño demasiado. Sé muy bien que nuestra relación nunca fue fácil, fui muy rebelde y toda esa rebeldía se traducía en la necesidad de ser vista y amada. 

Obviamente lo hiciste y, por eso, hoy soy quien soy. Si no hubiera sido por tu firmeza, tu lealtad y por ese amor tan grande, que solo siente un padre por sus hijos, y el mismo que te llevó a explorar miles de posibilidades para encontrar el camino que me llevara a tener una vida productiva y feliz. 

Tu preocupación siempre fue la misma, sin importar si yo era una adolescente rebelde de 20 años, o una mujer de 53, con una vida totalmente opuesta a la de su adolescencia. A pesar de este sentimiento de orfandad y, con todo el miedo que puedo sentir al no tener tu apoyo físico, te agradezco, en el alma, por darme las herramientas para salir adelante. 

Quizás, en su momento, no lo valoré porque los hijos lo damos todo por sentado, creemos que todo lo merecemos, somos implacables con los padres y, solo hasta que ellos no están, nos damos cuenta de que todo lo que somos es gracias a ellos. Esto lo escribo con lágrimas en los ojos, y espero que les sirva a quienes no están pasando por esta situación para que reconozcan todo ese esfuerzo hoy, y no mañana cuando sea tarde porque un amor así no lo volveremos a tener nunca. 

Ahora te busco, no solo en fotos, sino en el espejo. Éramos tan parecidos, basta con mirar mis manos, son iguales a las tuyas, mis ademanes, la locuacidad, esa inteligencia a toda prueba -exagero, la mía sí tiene sus límites-, e incluso en cada tropiezo porque hasta la torpeza te heredé. Estás en cada paso que doy y en mi corazón, de donde no saldrás jamás. 

Por eso, cada día, desde que abro los ojos, intento hacer lo mejor que pueda con lo que me diste. Eso es lo que me hace levantar, a pesar del dolor, a trabajar y a buscar más herramientas que me permitan rehacer mi vida. 

Hay días en que me cuesta más que otros, pero recuerdo que me decías que era una “luchadora” y eso  me alienta, a seguir persiguiendo mis sueños, en este momento tan triste en el que mi amor y mis análisis políticos se quedaron sin su principal destinatario. 




miércoles, 11 de junio de 2025

Hace un mes

 


Por: @CamiNogales 


No sé por dónde empezar. A pesar de que solo ha pasado un mes, han sido días tan largos y dolorosos, que perdí la noción de tiempo. Abrir los ojos, cada día, es recordar que lo que ocurrió no fue un sueño; sino que realmente te fuiste, pero no de mi corazón. Te escribo, porque sé que, pese a que no puedes leer esta carta, sientes cada una de mis palabras.


Sé que estás acá, al lado mío, viendo cómo trato de desenredar los pensamientos de mi cabeza y plasmar este dolor; algo, prácticamente, imposible de llevar a cabo. Algunos días siento que me voy a comer el mundo; otros, que el mundo me come a mí porque se me agota la fuerza.   


Mi plan favorito, en este momento de mi vida, sería permanecer en la cama llorando, pero la vida no da tregua y, aunque padezca este inmenso dolor, me exige seguir cumpliendo, como si no lo tuviera. Así las cosas, me baño, lloro; me visto, lloro; voy a la oficina, lloro, voy al gym, y hago lo propio. También me río, celebro el gol de Lucho Díaz, y me imagino tu cara de felicidad con la victoria de Bolivia contra Chile; pero el vacío sigue latente.


Todo cambió, por dentro y por fuera. Hace un mes no recibo tu llamada para debatir sobre las principales noticias. Eras el mejor interlocutor y analista político, y el menos optimista. El día del atentado a Miguel Uribe no sonó el teléfono para hablar de esta infamia que enluta al país. Es más, mi celular ya no suena.


Esta es la carta de una hija adulta que lleva un mes llorando porque creía eterno a su padre. El egoísmo que se desprende de mi dolor se niega a entender que todos tendremos un fin. Para quienes quedamos acá, el momento de partida nunca será el adecuado cuando se habla de los seres que amamos. 


Hoy entiendo el esfuerzo de los papás y su “no le vamos a durar toda la vida”. Es literal. Nunca estamos preparados. Por eso, con el alma, te agradezco por tu espíritu luchador, ese que, con lágrimas en los ojos, me obliga a seguir adelante cada día, con los altibajos propios del duelo, y a honrar tu legado.