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sábado, 1 de mayo de 2021

Chao, Ray

 

                                                  Foto tomada de CNN



Por: @CamiNogales

Iba llegando a la casa de mi mamá y, como siempre, estaba pegada al celular. De pronto, vi un titular de El Tiempo que decía que, a sus 51 años, Ray Reyes, exintegrante de Menudo, había muerto. No podía creerlo, sentí un escalofrío en todo mi cuerpo y unas ganas de llorar que contuve por pena a este sentimiento de tristeza que me evocó, inmediatamente, a mi infancia. 

Desde el día que Ray llegó a Menudo, en el año 1.983, a mis escasos 11 años, quedé perdidamente enamorada. Con esa ingenuidad, propia de mi edad, me imaginaba que 'Si tú no estás' era una canción que me dedicaría una vez me conociera. "Son las 6:30 y no has llegado, nuestro avión ya tiene que partir, nunca me sentí tan desgraciado, ahora no me importaría morir..." 

Al mismo tiempo, me preguntaba quién sería esa desgraciada, capaz de dejarlo ‘metido’ en el aeropuerto. Este no era solo un amor infantil, sino también platónico, difícil de gestionar a tan corta edad. Amaba a Menudo, pero las canciones que él cantaba eran mis favoritas. 'Tú Te Imaginas', ‘Chicle de Amor’ y ‘Zuzumbadooorrr, baila de prisa…’ Esas eran las que repetía mil y una vez, a diario, en mi casa. Las damnificadas de esa intensidad fueron las de siempre: mi mamá y mi hermana que, a pesar de no compartir mis gustos, supongo que aún recuerdan las letras. 

Pero el reto no era solo cantarlas, también aprender las coreografías, comprar la ropa y perseguirlos, en la medida de lo posible. Un domingo, en la ‘Caminata de la Solidaridad’, bajé a la séptima solo a verlos. Recuerdo que Ray iba comiendo una paleta de limón y una pequeña niña, con falda de tennis, sola en plena avenida, empezó a gritar como loca ‘¡Ray! ¡Ray!’ y él, con su mano, dijo adiós. No sé si sería al infinito o sería a mi, pero fui la más feliz del mundo. Este fue mi máximo logro en esos años de fanatismo. 

Esas pequeñas cosas eran las que me ilusionaban a esa edad. Comprar el último cassette o el disco de acetato, tener un afiche, aprenderme sus canciones, ensayarlas, ir al Cosmos 100 a esperar a que se asomara a la ventana, ilusionarme con ser cantante para conocerlo, a él y a todos los de Menudo. Esas eran fantasías que no tenían precio y le daban sentido a la vida. 

Por eso, la partida de Ray me puso nostálgica. De la vida, de la infancia, del poder de la música y de los sueños de una niña. Gracias, Ray por alegrar a una pequeña que no sabía qué sería de su futuro, ni le importaba, porque solo vivía el presente, feliz, rodeada de música y de esa buena energía con la que Menudo se conectó con millones de niñas en el mundo como yo, que hoy, de adultas, recordamos, con melancolía, sus bailes, canciones y todo lo que representaron para nosotras en esa época inolvidable que no volverá. 


P.D. Evité muchos más detalles que están en este post 'Una Aventura Llamada Menudo'. 



martes, 13 de abril de 2021

Juventud, ¿divino tesoro?

 



Por: @CamiNogales 

Si uno de los piropos que recibe constantemente es que se ve joven, este es el primer indicio que apunta a que ya no lo es, porque si lo fuera, no sería una cualidad para resaltar, si no una realidad que no sería necesario destacar. Cuando yo era chiquita (hace más de 40 años) cualquier mayor de 30 era viejo. En ese paquete entraban mamá, papá, tías, abuelas y todo lo que tuviera relación con ellos. 

Yo pensaba que, una vez cumpliera los 30, tendría mentalidad y apariencia de viejita, y poca expectativa de vida. Esto se debe a que la moda, en los años 70 u 80, no ayudaba a las mujeres mayores de 30 años, que deberían vestir con sastres, y tener maquillaje, peinado y comportamiento digno de una señora. 

Ahora dicen que los 50 son los nuevos 30, claro que esa afirmación está dirigida a mujeres como J Lo (51 años) o Jennifer Aniston (52 años). También afirman que los 40 son los nuevos 20, como es el caso de Shakira (44) y pues, viéndolas a ellas, claramente me reafirmo en ambos dichos, pero no es el denominador común de todas las mortales. 

Lo cierto es que ahora todos somos más jóvenes, física y mentalmente, que antes. Ya ni sé a qué edad empieza la vejez, porque murió Camilo Sesto, a los 72 años, y solo se escuchaban lamentos por la pérdida de este cantante, a pesar de su ‘juventud’. 

Otros factores que han contribuido a que las nuevas generaciones se vean más jóvenes que las anteriores son la alimentación y el ejercicio. Aunque no lo crean (yo sé que sí me creen) me siento mucho más saludable a mis 49 que a mis 20, cuando alcancé a pesar 76 kilos, tomaba, fumaba y era sedentaria. Ahora, casi 30 años después, estoy más vital porque no tomo, no fumo, como saludable y hago ejercicio. Tengo una mente más lúcida y muchas ganas de vivir y crear; mientras que esa joven, llena de excesos, apenas tenía energía para sobrevivir a los mismos. 

Es por esto que la idea de vejez está mandada a recoger. Son varias las mujeres, mayores de 70 con una envidiable actitud ante la vida, como Joan MacDonald (75 años), quien cambió su cuerpo, la enfermedad y la depresión por gimnasio y pesas, y lo logró. Pueden constatarlo en su cuenta de Instagram @TrainWithJoan. Me parece genial, pero la verdad no me imaginaría nunca a ninguna de mis dos abuelas, que en paz descansen, con leggins, tops, gafas oscuras, entrenando como Joan. Definitivamente, eran otros tiempos. 

Al principio de la pandemia, el presidente Iván Duque hablaba de las graves consecuencias del Covid para los ‘abuelos’ que deberían quedarse en casa. Fue tal la indignación de los mayores de 70 de ser llamados ‘abuelos’, por considerarla una palabra despectiva, que el mandatario les pidió excusas y, hasta el sol de hoy, no volvió a referirse a ellos de esa forma. 

Es que ya no necesariamente todos son abuelos porque sus hijos optaron por no darles nietos y, en cambio, de premio de consolación, adoptan una mascota. Por no ir más lejos, Amparo Grisales ni siquiera tiene hijos para llegar a ser abuela. En la cola somos muchas más que no tenemos ni hijos, ni nietos, y no pasa nada diferente a que no hay a quién heredarle nuestras deudas. 

Volviendo al principio, los años pasan y van sumando. Obviamente, a mis 49 tengo más pasado que futuro y eso es irrefutable. En La W Radio, Julio Sánchez Cristo, dijo, basado en un estudio, que los 49 eran los años más críticos en la vida, pues no creo que sea mi caso. Nada se compara con lo duro que me dio la adolescencia, etapa en la cual casi me quedo estancada, pero de la que salí adelante con ayuda profesional y de mi familia. 

Me imaginaba diferente la adultez. Pensé que sería otra, que no echaría los mismos chistes malos de siempre, que tendría todo resuelto, y mi vida sería similar a la de la Familia Ingalls (mis contemporáneos me entienden porque sé que también veían esa serie). Pero no, no tengo hijos, ni esposo, ni mascota, debo trabajar para vivir y no precisamente en la pradera, y cada día resuelvo problemas propios de la vida adulta. 

Lo bueno es que sí me dicen que parezco más joven, lo que significa que no lo soy. Pero a ese piropo contribuye, al mismo tiempo, la niña que llevo dentro, que suele aparecer frecuentemente, incluso sin ser llamada. Pero vivo con la conciencia tranquila y en paz, lo que es mejor que cualquier bótox u otra cirugía destinada a detener el tiempo que, a pesar de ser implacable, no es de mi interés retrasar su paso. 





domingo, 17 de julio de 2011

Los 80's


Si alguna vez asistió a una miniteca con The Best Megafiestas, cantó “Like a Virgin”, bailó “Boys, boys, boys, I’m looking for a good time…”, comió helado en Crepes y en Von Glacet, pizza en Domo, iba a Burger King o Uniplay en Unicentro, creo que usted, al igual que yo, pasó de la niñez en la adolescencia en los 80’s.

También le encantaba Cindy Lauper, pero no por canciones como “Girls just wanna have fun”, sino por su pinta. Intentó bailar breakdance y gozó, entre otros, con Charly García, Prisioneros, Los Toreros Muertos, Hombres G, Miguel Mateus, Pasaporte y Compañía Ilimitada. Adicional a esto, soñó con bailar Beat it o Thriller, al estilo Michael Jackson, a quien conoció con su empaque original y fue testigo de su transformación.

De hecho, yo también sufrí muchas transformaciones, no sólo por el paso de los años, sino porque me gustaba estar a la moda. Pero lo que más recuerdo es que, en mi afán de no ser lisa, me hice la permanente. Esto sería lo de menos si hubiera tenido el pelo más largo, pero como no era así, se me encogió un tantico.

Con el agravante de que, después de ver a Madonna, todas queríamos ser monas y, en lugar de ir a la peluquería a cambiar el color de pelo, acudíamos a métodos non sanctos como el ‘Sol Eclair’. Lo confieso: yo acudí a este spray, con una alta dosis de agua oxigenada, y mi mejor amigo fue el encargado de aplicarme esta sustancia.

Él era todo un especialista, que después de echarme todo el tarro encima, leyó las instrucciones en las cuales decía que si la persona tenía permanente, sólo se debería aplicar la mitad. Gracias…ya no había nada que hacer, sólo exhibir con orgullo mi pelo crespo, color zanahoria.

Las sombras rosadas y violetas, los labios rosados, las uñas fucsia, verde o negras, adornaban mi nuevo look que, con el paso del tiempo, se convirtió en un copete Alf. Sí, como el del famoso extraterrestre de la televisión. Los instrumentos necesarios para quedar así eran una peinilla para enredar y parar el copete, y el gel o agua con azúcar que posibilitaban su permanencia. Para ese fin, el agua con azúcar era más efectivo porque uno dormía y se levantaba, a la moda, con ese copete que no lo bajaba nadie.

Para salir de noche, nada mejor que un gel con escarcha para no pasar desapercibida, delineador negro en el párpado y debajo del ojo, sombras de colores, minifalda de jean, medias negras estampadas, una blusa larga fucsia con cinturón ancho, las manos llenas de gumis y botines negros Reebok.

Cabe anotar que, para los menos pudientes, como yo, los botines eran Rebook. Lo triste es que la gente no valoraba el trabajo, ni el tiempo que tardábamos arreglándonos, además de la ilusión de unas adolescentes de ir a bailar “El baile de los que sobran”, pues, al vernos, a dos amigas y a mí, con esas pintas, no nos dejaron entrar a una fiesta y nosotras, carentes de dignidad, nos quedamos toda la noche afuera y nuestros amigos salían, por turnos, a visitarnos.

Los lugares predilectos y de moda de esa época eran la pizzería Domo, Uniplay y Burger King en Unicentro y La Perrada de Édgar, entre otros. ¿Saben qué se hacía en esos sitios? Nada. Cuando digo nada, es nada…pasábamos a ver quién estaba, mirábamos de reojo y seguíamos derecho, esperando a que alguien nos hablara. El resultado casi siempre era el mismo, motivo por el cual volvíamos a pasar por los mismos lugares.

Igualmente, la tienda de barrio era la mejor disculpa para eludir las tareas. A la vuelta del colegio, siempre había algo que comprar allí, donde uno se encontraba con todos los amigos que estaban haciendo exactamente lo mismo que uno: vagar. Pero es que, pónganse en nuestro lugar, ¿qué era más atractivo, leer “La Rebelión de las Ratas” o ir a encontrarse con los amigos del barrio, que estaban huyendo del demonio del conocimiento?

Pero tampoco piensen que, en los 80’s no se leía. Claro que sí, los viernes El Tiempo tenía la ‘Página del Rock’, que venía con la letra de una canción de moda y noticias musicales. Ese era todo un clásico de la literatura e infaltable en mi casa, que me facilitaba el aprendizaje de las canciones. Es que sacarle la letra a una canción era muy difícil si se tiene en cuenta que estaba grabada en un casete, con la voz del DJ de la emisora, de fondo.

Los primeros pinitos en el baile los hice en esa época. De breakdance más bien poco, mi motricidad me lo impedía. Aunque, para estar a la vanguardia me sabía sus canciones: “Beat street the king of the beat, you see him rocking that beat from across the street And Huh Huh!...” Para que vean que todavía me acuerdo. Tampoco aprendí a bailar otros ritmos porque en las fiestas, la mayoría de las veces, comía pavo.

El hecho es que yo viví a plenitud esa década, en la que el líder de opinión de ese entonces era Alejandro Villalobos. También moría de risa con Papuchis, Don Fulgencio y Carlota, y con las ‘Musas a Mí’ de Gabriel de las Casas. Veía ‘Lazos Familiares’, ‘Alf’, ‘Los Magníficos’, ‘Los Duques de Hazzard’, ‘La Familia Ingalls’ y ‘Los Waltons’, entre otros. La televisión, la música, mis amigos y la moda fueron los que me acompañaron en esta etapa tan importante en mi vida. Así que si tiene que hacer algún reclamo por mi desarrollo personal y profesional, hagáselo a mi pasado ochentero.