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lunes, 26 de diciembre de 2011

¿El amor 'locura' todo?


Por: @CamiNogales



Desde el origen del hombre y el surgimiento de tantos filósofos a través de la historia, ninguno ha podido definir lo que es el amor.  Me puse a la tarea de buscar en google qué es el amor y miren lo que me encontré: “El amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres”. ¿Les quedó claro? Si es así, amamos hasta el mosco de la esquina porque afinidad la tenemos con cualquiera.  

También encontré que “el amor es toda la fuerza que te ayuda a realizar algo imposible, es lo que te hace soportar penas y dolores, el amor es lo que te da la capacidad de perdonar al prójimo”, pero tampoco quedé satisfecha con esa definición.

No son mariposas en el estómago, ni la felicidad, ni la tristeza absoluta, es algo que les pasa a todos los seres humanos y que ninguno es capaz de definir. Pero bueno, no me voy a poner romanticona, simplemente me he dado cuenta que es un término tan relativo que está estrechamente ligado a la realidad de cada persona. Evidentemente no me voy a referir acá al amor filial, sino al de pareja.

El primer acercamiento de una mujer con el amor es con el ‘Príncipe Azul’ de los cuentos de hadas y nadie se imagina el daño que nos hicieron porque pasamos el resto de la vida intentando conocerlo y creo que moriremos sin lograrlo porque, simplemente, no existe. Una de las pocas que alcanzó ese objetivo fue la princesa Letizia, pero vaya uno a saber si el Príncipe Felipe es tan azul como el de la Cenicienta o si resultó igual a su papá, el Rey Juan Carlos, que le ha dado más de un dolor de cabeza a la reina Sofía por cuenta de su gusto por las mujeres y la dificultad de alcanzar su madurez, a pesar de sus escasos casi 74 años de edad.

Pero bueno, independientemente de la controversia que suscita la existencia o no del Príncipe Azul, que puede ser verídica al principio pero que, por azares de la vida, se convierte en sapo; lo cierto es que, a través de la vida, de acuerdo con nuestras experiencias o la de nuestros amigos, vamos conociendo distintos tipos de amores.

En la adolescencia es donde se descubre al amor de la vida. No importa la duración del mismo, puede ser de una hora o de varios años, el resultado va a ser el mismo: ese es el amor de la vida, el cual deja de serlo apenas se conoce a otro amor de la vida.

Todos saben que el amor es irracional, pero también existe el racional como el de la mamá de una amiga que confesó que se casó con el papá de la misma simplemente porque ya estaba en edad de hacerlo y él apareció en su vida. Ella prometió quererlo con el tiempo, pero no dejarlo ir porque, posiblemente, esta sería la última oportunidad para acabar con la soltería.  Hoy tiene hijos, es abuela y sigue con su esposo, si lo quiere o no, ya no es el asunto, finalmente construyó su familia que era su principal objetivo en la vida.

De otro lado está el amor etílico que es producto del embellecedor. Lo malo es que es fugaz porque se acaba con el despertar y el guayabo del día siguiente.

Hay un amor masoquista y es el de algunas mujeres que son víctimas del maltrato de su pareja quienes, cuando alguien se acerca a defenderlas de semejantes golpizas, ellas insultan al susodicho por intervenir en una pelea que no le compete. Asimismo, el grado de amor del hombre hacia la mujer se mide por cuenta de los remedios que el victimario le suministra para sanar los golpes propiciados la noche anterior. “Tan divino, me compró una pomadita para el ojo (morado) y me puso hielo en la boca”. No se rían, este lamentable caso es real y la frase, textual. Aquí se aplica, literalmente, el dicho que dice “porque te quiero, te aporreo”.

Sin embargo, hay otras mujeres que soportan estas humillaciones y toman venganza como Lorena Bobbit que, después de aguantar el maltrato de su novio, no tuvo ningún reparo en cortarle su herramienta de trabajo como venganza por el mismo.

Hay otra clase de amor que tiene mucho que ver con el nombre del anterior, pero es el compartido. Es el del esposo cachón, cuya pareja se hace la desentendida de lo que pasa porque simplemente no lo quiere perder, así que todo el mundo se dará cuenta de las infidelidades, menos ella que se hace, literalmente, la loca frente a esta realidad. Bueno, yo diría que no se hace la loca, sino que más bien lo está para soportar semejantes cachos en su cabeza. 

El amor criminal es el de Valerie Domínguez. Así lo afirmó ella misma: “Que me condenen por el delito del amor”. Todo esto por cuenta de un crédito de Agro Ingreso Seguro que le firmó a su exnovio y por el que le imputaron el  cargo de falsedad ideológica en documento privado por la concesión irregular de donaciones no reembolsables de ella y de su flamante pareja, Juan Manuel Dávila. En ese mismo sentido, podría decir que el amor suertudo fue el de Katerine Porto, pues Dávila la cambió por Valerie y, como consecuencia, se salvó de semejante bollo.

Cuando se habla de que entre el amor y el odio no hay sino un paso, no se trata de una exageración, sino que es real. ¿Acaso de dónde creen que viene la inspiración para la letra de una canción como “La rata de dos patas”? “Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, cuánto daño me has hecho…”  o la de “Tú eres la chancla que yo dejé tirada, en la basura a ver quién te recoge. ¡Ingrata, fea, piojosa, greñuda!”

¿Pero será que el amor es como lo afirma Tito el Bambino? “El amor es una magia, una simple fantasía, es como un sueño y al fin lo encontré. Es como una luz que se esparce por el alba, libre corre como el agua, hasta que llega al corazón”. Suena muy bonito y muy poético, pero…somos tan humanos que este sentimiento tan puro se siente al principio de la relación, antes de descifrar la imperfecta humanidad del otro. En fin…creo que después de describir unos cuantos tipos de amor, quedé en las mismas, es más me confundí y estoy peor que al principio. El hecho es que, no importa cómo concibamos el amor, sin él no podemos vivir. Si el amor 'locura' todo o no, pues me quedo con la segunda respuesta porque si no, nadie se enfermaría. Pero sí es una 'locura' porque bajo su efecto somos incapaces de actuar racionalmente. 

lunes, 28 de noviembre de 2011

Las corbatas



Por: @CamiNogales



De acuerdo con la Biblia de Internet, Wikipedia, una corbata es “un complemento de la camisa, que consiste en una tira, generalmente hecha de seda o de otro material que se anuda o enlaza alrededor del cuello, dejando caer sus extremos, con fines estéticos”, la cual es generalmente de uso masculino. Las hay de distintos colores, estilos y marcas pero todas ellas tienen un denominador común.

Mi definición sería más simple: un accesorio para hombre. Sin embargo, después de esta introducción, siento desilusionarlos porque no hablaré precisamente de esta prenda de vestir, sino de otro tipo de ‘corbatas’ que se encuentran en el lugar de trabajo, especialmente, en el sector público.

Yo me pregunto por qué se les llama corbatas. Para responder a esta pregunta, me remito a mi definición y acudiendo a los silogismos deduzco que son simples accesorios que adornan las oficinas. Aunque no lo crean, de esos hay por montones y, lo peor de todo, es que tienen el tótem de la inmunidad y no podrán ser despedidos de su lugar de trabajo, a pesar de su ineficacia, ineptitud y su escasa voluntad.

Algunos se creen divas y como tales hacen exigencias para poder realizar su trabajo. Si por algún motivo tuvieron que trasnochar trabajando, no los esperen al día siguiente antes de las 2:00 p.m. porque deben recuperar el sueño perdido la noche anterior. Si el jefe les hace algún reclamo, no tendrán ningún reparo en presentarle ese mismo argumento con toda la desfachatez del mundo.

Tampoco se extrañe si pone a hacerle un trabajo después de las 6:00 p.m. porque, probablemente, acuda al plagio y cuando lo descubra, tampoco lo negará. ¿La razón de dicha actitud? Pues era obvia…cansancio.  Lo peor es que, al ser descubierto, ni siquiera se sonroja y reacciona altivamente.

La peor ofensa para una corbata no es, precisamente, un ‘madrazo’, sino ponerla a trabajar. Pero bueno, a ese tipo de corbatas, que no son Hermés, se les debe agradecer por asistir al lugar de trabajo porque hay otras ‘fantasmas’ que sólo aparecen el día en que se firma el contrato y, si no tienen mensajero, a finales de mes para pasar su cuenta de cobro con el reporte de actividades. Lo que no comprendo es qué escriben en dicho informe o…¿será igual de fantasmático a ellas?

Tampoco se arriesgue a exigirles un poco de esfuerzo porque a cambio puede ganarse una demanda de acoso y explotación laboral y, pues, con justa razón. Si están haciendo trabajos de la universidad, navegando en Facebook, viendo videos y repasando las novelas de la noche anterior, no se le ocurra interrumpir. Respete.

Y si llegan con un trabajo mediocre, agradezca…por lo menos trabajaron. Sin embargo, hay un día al mes en el que todas sus capacidades ocultas salen a flote y es antes del 30, porque obviamente no esperan el último día para hacer los trámites de la cuenta de cobro. Qué diligencia para llamar y preguntar al área administrativa y financiera con el fin de radicar este documento y evitar la devolución del mismo, cuya suma es alta pero contrasta con el informe de actividades mensual que se asemeja a un informe semanal…y eso.

Estas corbatas siempre serán las mejor remuneradas y nunca serán despedidas y tampoco se les medirá por su rendimiento laboral, así que si usted no pertenece a este grupo, no critique…sólo laméntese porque le tocará trabajar el doble o a veces el triple, dependiendo del estilo de corbatas que tenga a su alrededor, y le pagarán la mitad de lo que ellos devengan.

Además, en el momento menos pensado, más temprano que tarde usted será el despedido de su trabajo…con todos los honores, pero desempleado al fin y al cabo. Entretanto, ellos seguirán ahí a paso lento, pero seguro.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Me gocé el concierto de Don Tetto


Por: @CamiNogales

Todo comenzó a mitad de año, apenas me enteré que Don Tetto, mi grupo de rock colombiano favorito, ofrecería un concierto en Bogotá. Intenté conseguir compañero, pero mi esfuerzo fue en vano. Es más, a quienes les vendía éste como uno de los mejores conciertos de artistas colombianos, se burlaban no porque dudaran del talento de sus integrantes, sino de mi gusto musical adolescente a pesar de estar más allá del tercer piso.

No conseguí quién me acompañara, lo que no fue un obstáculo para comprar la boleta, ubicada en platea, porque quería ver de cerca su show. Aunque, después de tomar esa decisión, fui objeto de burla de varios amigos, no me importó porque ya estoy lo suficientemente madurita para ser consecuente con mis gustos, independientemente de la opinión de los demás.

La música de Don Tetto me encanta y, además, su espectáculo era innovador. DT 360… ¿Qué significaba eso? Pues que sus integrantes girarían y desde cualquier parte del escenario del Palacio de los Deportes se podría ver a cada uno de ellos.

Llegó el día y me puse pinta juvenil para no desentonar en el lugar. Pantalones negros anchos con muchos bolsillos, esqueleto, saco y tenis. A eso de las 4:00 p.m. salí feliz y, veinte minutos después, esta felicidad se empañó por cuenta de un pequeño detalle: no es suficiente con comprar una boleta para un espectáculo, es necesario llevarla porque, de lo contrario, se corre el riesgo de no poder entrar al mismo.  

Por lo tanto, en pleno aguacero novembrino, me tocó devolverme a mi casa. Fueron siete largas cuadras en las que me dí un duchazo que fácilmente justificarían mi falta de baño en lo que resta del año. A pesar de quedar como un pollo para estar a tono con los ‘polluelos’, llegué a mi casa, me cambié y recogí la boleta.

Finalmente llegué al lugar a hacer fila y como llovía y tenía sombrilla grande de mamá, me aproveché de esta arma para conseguir amigos en la fila. Así lo hice, el problema es que al niño que cobijé se le comieron la lengua los ratones y ni siquiera dijo ‘gracias’.

Intenté armarle conversación diciendo “qué aguacero, ¿no?” pero creo que esos códigos sólo sirven para hacer amigos contemporáneos en la fila de un banco porque no tuve éxito y apenas el polluelín, de más o menos 16 años, encontró la oportunidad, se salió del paraguas, sin agradecerme y me dejó como llegué: sola.

Luego entré al Palacio de los Deportes y gracias a la Blackberry aparentaba estar muy ocupada. Mi ocupación era twittear y narrar cada momento del concierto. Aparenté ser experta en música y ‘supuestamente’ descifré el secreto del 360. Digo ‘supuestamente’ porque así fue y no cuento más porque tampoco se trata de desprestigiarme a mí misma en mi propio blog.

Allí había de toda clase de jóvenes (esa palabra ‘jóvenes’ me suena a que fue dicha por mi tía). Desde el más nerd, hasta el más alterno. Hubo tres que llamaron mi atención: dos con el torso desnudo y con pintura amarilla y anaranjada que tenían en su pecho un letrero que decía “Don Tetto” y otro “yeahh”. Menos mal ya no tengo 15 años porque si así fuera, hubiera hecho topless para exhibir esos mismos letreros en mi cuerpo.

A otro no le pude quitar el ojo porque tenía unas candongas verdes, grandes y gruesas. Yo era la única que lo miraba, así que creo que era normal, pero, para mí, por obvias razones, no lo era tanto.

De pronto, una niña se acercó y me dijo: “señora, por favor ¿me vende un minuto?” A pesar del tan odiado “señora” fui muy gentil y le respondí que con mucho gusto. Ella me explicó que debía llamar a su mamá para que le llevara su tarjeta de identidad porque un policía la había regañado. Luego, me preguntó que a quién iba a acompañar y yo le dije que a nadie que estaba sola e iba a disfrutar mi concierto.

Ella, con risa burlesca, pero muy generosa a la vez con la tercera edad, me invitó a hacerme adelante al lado de la Tettomanía (club de fans de Don Tetto). Le agradecí su gesto, pero opté por quedarme atrás. Sabia decisión porque segundos después cantaban: “Somos Tettomaniacos de corazón. Estamos en DT360 porque Don Tetto es lo mejor”.

Pero mi consuelo fue un señor, estoy segura que mayor que yo, quien tenía una camiseta negra que, en letras blancas, decía: “Para jóvenes más activos Don Tetto te pone a brincar en la casa”.

Sí, lo reconozco eran pocos adultos que asistieron al concierto y quienes lo hicieron, por lo general, acompañaban a sus hijos o sobrinos, pero eso no me impidió disfrutar al máximo. Así que cuando empezó, todos nos volvimos pares, ya no había diferencia de nada porque yo me sabía todas las canciones y salté y bailé toda la noche, al igual que ellos. Desde entonces, pasé desapercibida.

Aunque hubo un atentado contra el órgano principal del aparato circulatorio, léase mi corazón. Cuando, de repente en una canción (Adicto al dolor), un grupo de peques comenzaron a ‘echar puño y pata’. Mi mecanismo de defensa fue saltar para atrás, pero no se trataba de una pelea, ni nada por el estilo, era un simple 'pogo' del que debí formar parte para que quienes estaban a mi alrededor me miraran con más respeto.


Lo cierto es que disfruté sola de este concierto. Amé el rock colombiano y, especialmente, a este grupo, conformado por unos muchachos que componen, cantan y tocan como si fuera el último día de sus vidas.

Qué talento tan impresionante y qué humildad. Estoy segura que, quienes se burlaron de mí, tendrán que callarse por un buen tiempo porque este grupo colombiano se está internacionalizando. Y yo feliz porque apoyé lo más bello que tiene nuestro país: la música. Así las cosas, me gocé el concierto de Don Tetto.

lunes, 17 de octubre de 2011

Qué borrachera


Por: @CamiNogales

Qué borrachera

“Del cielo cayó una teja mató una vieja; cayó un palito, mató un viejito; yo te bendigo trago bendito, suave licor, dulce tormento qué haces afuera, echa pa’dentro”. Aunque parezca difícil de recitar, tómese par traguitos y verá que, al tercero, ya lo dice sin ninguna ayuda.

Pero bueno, antes de tomárselos le sugiero leer este post que, tal vez, lo haga cambiar de opinión y salir a buscar un juguito de mora como el que se tomaba Betty la Fea o una bebida similar, sin ningún contenido alcohólico. Porque a mí no me vengan con cuentos de que “yo soy un borracho chévere, no soy mamón, soy divertido…” Falso de toda falsedad: borracho es borracho.

Aunque haya una canción que dice “Borracho no vale, no señor” pues espero que mi mamá haya pensado así la primera vez que me recogió en la casa de una amiga y me encontró sentada en el excusado, después de tomarme no sé cuántos aguardientes por primera vez en mi vida.

Apenas la vi, me paré, la abracé y por primera vez le dije, con el alma y lágrimas en los ojos, que la quería mucho. Ella, por su parte, parecía de piedra, no se inmutó y, por el contrario, me miraba con cara de pocos amigos. Yo sé, para ella no fue nada divertida esa muestra de afecto en ese estado, en el que tuvo que hacer algo que sólo hace una madre con un hijo en sus primeros años de vida: alzarme. Definitivamente, mamá sólo hay una.

Pero bueno, esta no es una oda maternal sino un memorial de agravios para aquellos que han consumido alcohol en exceso y han perdido temporalmente sus capacidades físicas y mentales por esa misma razón.

Levante la mano el primero que tenga un buen recuerdo de algún acto cometido bajo el efecto del licor…todo lo contrario ¿verdad? Pues un borracho no conquista, acosa; no molesta, jode; no habla, da lora; no es chistoso, sino ridículo…

A decir verdad, hay un borracho que me gusta y es el que tiene alma de traqueto. Sí, ese que, a pesar de no tener plata, la saca de donde sea para gastarle a todos sus compañeros de rumba. “Pidan lo que quieran”: y él no se imagina la magnitud de esta frase que le traerá dolores de cabeza al día siguiente no sólo del guayabo, sino del hambre que le dará después de gastarse la plata del mercado.

Aprovecho para darles un consejo a las mujeres. Si un hombre les declara amor infinito, eso significa que sólo les gusta un poquito. Es decir, como le enseñaron en el colegio, sustraiga solo la idea principal de la lora que le echaron porque, si se la toma al pie de la letra, lo espantará al día siguiente.

Entonces por favor al otro día absténgase de llamar a decir “hola, mi amor” como si fueran casi marido y mujer. Esperen a que él aparezca porque lo puede asustar como le pasó a un amigo que no sabe si se despertó con novia o no.

Lo cierto es que, ante la intensidad de las llamadas esa mujer, no contesta el teléfono y le da mayor guayabo moral, pues él no sabe el grado de compromiso adquirido la noche anterior. Tampoco decidan darle el sí a un hombre que se lo ha estado pidiendo todo el tiempo porque lo más seguro es que se quede dormido o que, simplemente, no funcione.

En general, las características de un borracho son similares: niegan que están borrachos; dicen que son capaces de hacer el cuatro y, al hacerlo, obviamente, tambalean; aseguran que sólo están un poco prendidos y son de ambiente siempre. En fin, justifican cada uno de sus actos como si fueran normales, pero lo que no saben es que los diferentes rasgos de su personalidad se acentúan bajo el efecto del licor.  

Algunos desnudan su alma y su corazón ante el primero que se aparezca en su camino, le cuentan la historia de su vida y las desdichas de la misma. Pero bueno, es más sensato desnudar el alma a desnudar el cuerpo delante de todo el mundo, como le ocurría a una vieja que evitaba tomar porque, como cosa rara no daba lora, pero sí tenía alma de stripper y se quitaba la ropa.

Al hablar del ‘tropelero’ es imposible olvidar la fiesta de 15 años de mi hermanita que fue un éxito total porque terminó en pelea. Vale la pena recordar que fiesta sin tropel no era exitosa. Pero la causa de dicha pelea fue nada más y nada menos que, el ‘tropelero’, le dijo, para buscarle pelea, a uno de los asistentes, que tenía un peinado estúpido y hasta ahí llegó la dichosa fiesta porque con semejante insulto no era para menos.

Tampoco falta el irresistible que cree ser el centro de atención de todas las viejas, quienes, de acuerdo con su percepción, le están echando los perros. Por lo tanto, él les sonríe con una fina coquetería que los lleva a hacer el ridículo o ganarse un puño del novio de la susodicha.

Pasar una tusa con licor es lo peor para el que toma, su compañero y el causante de dicho mal. Pues el / la entusado (a) no para de llorar y hablar del mismo tema, su compañero no tiene alternativa diferente a seguir tomando para interesarse en el monólogo y el causante debe apagar el celular, al igual que sus amigos porque, de lo contrario, a partir de la 1:00 a.m. las llamadas se repetirán constantemente y, si contesta, sólo escuchará lamentos, gritos y lloros.

El alcohol además atenta contra el buen nombre de las personas y puede terminar con una carrera. Esto le ocurrió a un profesor en la universidad que, bajo el efecto de unos cuantos guaros, se rumbeó a la más fea del salón y, desde entonces, a pesar de su profesionalismo, perdió credibilidad en la clase donde los alumnos le cantaban la canción de Proyecto Uno: “yo no soy grillero”.

¿Se acuerdan de la letra? “Un poquito de cerveza, se parece a Gloria Estefan, un traguito de ron, she looks like Sharon Stone; un poquito de ginebra, se parece a Madonna, y un vinito tinto la Janet Jackson y yo. Cinco copas de champagne, como Bibi Gaitán, una botella de aguardiente...pues parece a Shakira”. Pero eso no sólo aplica para los hombres, sino también para las mujeres porque el embellecedor hace de las suyas sin distingo de raza, sexo y edad.

Además, atenta contra la vanidad femenina porque el maquillaje se corre, los ojos se desvían y, en algunos casos, se devuelven atenciones. Por eso hay que prestar atención a lo que se come en el día para evitar lo que le pasó a una compañera, que devolvió una papa enterita.

El espacio no me alcanzó para abordar todas las clases de borrachos, pero un amigo me ayudó con las principales. El desaparecido es el típico que se quedó dormido, por lo general, en el baño; el cariñoso que les declara el amor a todos sus 'mejores amigos'; el cantante que, a pesar de hacerlo desafinado, se sabe todas las canciones y las canta con el alma, y el payaso es el único que se divierte de sus presuntos chistes.

A quienes decidan no tomar, pero salir con borrachos les recomiendo llevar tapones de oídos y una sombrilla porque, en el parche, no falta el que habla a puro grito y escupe todo el tiempo. Y si decide hacerlo es mejor que se enlagune. Esas lagunas mentales del día siguiente no son tan malas como creen. Así como dicen “ojos que no ven, corazón que no siente” “borracho que se enlaguna, no se acuerda de nada y, por lo tanto, no siente”…en fin, esa es la idea. O para evitar cualquiera de estas situaciones tómese el jugo de mora en agua o en leche. Usted decide.  

domingo, 2 de octubre de 2011

Hombres: ¿Todos son iguales?


Por: @CamiNogales

La verdad estoy en total desacuerdo con que todos los hombres sean iguales: los hay de diferentes edades, colores, estratos, personalidades y mañas, diversificación que impide generalizar. Hice el intento de clasificarlos y sé que muchos se quedarán por fuera, pero aquí van.

El feo convencido es el que les echa los perros a todas e interpreta cualquier señal de la mujer como reciprocidad a sus sentimientos. Si ella lo ve y se ríe, él no va a pensar que se esta burlando, sino que está nerviosa. Si le huye y no acepta ninguna invitación, piensa que ella lo está evadiendo porque sabe que cuando estén solos, caerá en sus redes. Si él le acaricia el cuello o la abraza y ella se retira, piensa que ella se quita, no por fastidio, sino porque después de semejantes caricias no responde.

El papacito vive hablando de sus miles de conquistas y la mujer debe agradecerle por hacerle el ‘favorcito’ y, pues, la verdad, dicho agradecimiento no está de más como para que se repita esta oportunidad. Además, desde chiquita me enseñaron que cada vez que me hagan un favor debo decir “gracias” y bien educada sí soy.

El viejito con plata no está nada mal, pues el alma de las personas es un embellecedor. (Sí…como no). Es el típico pensionado, separado, con mucha plata, pero sin pareja. Ofrece el oro y el moro a cambio de compañía porque ya ha perdido el pudor para hacerlo. Camioneta BMW X 5, apartamento, viajes y hasta dejar de trabajar… que más pedirle a la vida, pero el problema ocurre cuando uno se imagina las buenas noches y los buenos días, mejor dicho, dejemos así y sigamos trabajando.

El que lleva como 20 años casado y le gusta cualquier escoba con faldas que se asoma. Cada vez que ve a una de ellas grita: “¡Ahora sí, me separo!”. A todas les escudriña su delantera y su retaguardia y, en lugar de hombre casado, parece un adolescente virgen.
Pero peor que este tipo de hombre es el edípico. Sí, aquel que, en silencio, vive enamorado de su madre, pero lo que no se da cuenta es que su amor salta a la vista. Para tener una relación con este hombre, las mujeres deben tener mente abierta porque lo que les espera es un trío tormentoso compuesto por novio, novia y mami. Por su relación tan estrecha con el hijo, esta última siente el derecho de intervenir en las peleas conyugales y defiende a su hijo ‘a capa y espada’ de lo que la ‘bruja’ de la novia, que siempre será inferior, está haciendo con él. Definitivamente, mamá sólo hay una y suegra también.

Dícese de los misóginos que son los hombres que “odian a las mujeres, manifiestan aversión hacia ellas o rehúyen su trato”. Es tal el odio que las viven maltratando por el simple hecho de existir y a todas las hacen sufrir. Lo triste del asunto es que fijo se le acerca el prototipo de mujer a la que le enseñaron desde chiquita que eso es amor: “porque te quiero, te aporreo”, así que siempre consiguen a sus víctimas, que valoran estas muestras de amor.

Además del misógino, está el líchigo que es aún peor. Ese quiere que se lo den gratis, sin hacer ningún esfuercito económico. Es el típico que invita un capuchino y dice que se le quedó su billetera, luego saca plata y va a un bar y no le da opción a la mujer de que pida lo que ella toma, simplemente ordena dos cervezas. Si a uno no le gusta la cerveza, pues mejor, porque ellos sin ningún reparo se la toman y luego pagan la cuenta.

El traqueto es todo lo contrario al anterior, ése sí no tiene ningún inconveniente en gastar todo lo que usted pida. De hecho hasta puede mandar a cerrar el bar en el que se encuentren, los centros comerciales, en fin. Con él llevará una vida de lujos, algunos impuestos, bueno…eso depende del gusto que usted tenga.

Lo bueno de él es que es sólo inversión y que usted podrá tener el cuerpo soñado y las pintas adecuadas para lucir toda esta reestructuración a la que fue sometida con él. Lo malo es que, una vez pase de moda, la cambiarán por otra y usted ya será historia.

El borracho es aquel que le mandan saludes de Bavaria y con eso queda listo. Con él hay que tener mucho cuidado porque si están en un bar la puede confundir con otra y chantarle su beso en frente suyo. No se sienta mal si le echa los perros a la más fea, usted sabe que el embellecedor hace de las suyas; si la hace pasar el ridículo, no se preocupe que al día siguiente no se acordará de nada, y todo seguirá igual.  

También están los polluelos que buscan una mujer mayor no por madurez, ni experiencia, pero sí buscando solvencia económica. No está mal, si pagamos por tratamientos rejuvenecedores, éste sería otro de ellos así que por qué no hacerlo.

Pero el peor de todos es el indeciso, que endulza el oído hasta más no poder y, después de lograr su objetivo, se arrepiente y dice: “es que no te quiero hacer daño”. Por lo menos, ese es más decente que el que desaparece sin dar ni siquiera una explicación y nos deja un trauma emocional porque nunca entendimos la razón de dicha desaparición y nos damos látigo por eso. ¿Quién dijo que fue culpa nuestra? Ese es un viejo loco que no supo valorar lo que tuvo al lado (hmm…será)

En fin, creo que no terminaría acá esta clasificación, pero lo cierto es que ‘a cada marrano le llega su Nochebuena’, así que los hay para todos los gustos, entonces dejemos de quejarnos de que hombres no hay y, peor todavía, de que todos son iguales porque para que vean que aquí quedó demostrado que no. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Que no le pase a usted

Por: @CamiNogales

Hay situaciones en la vida que uno quisiera evitar, pero que, simplemente, ocurrieron. Son hechos de los cuales no se vuelve a hablar nunca en la vida, hasta que una testigo de los mismos, abre un blog y, sin pudor alguno, decide publicarlos. Lo positivo de este post es que se habla del milagro y no del santo, así que al que le caiga el guante…

Esas cosas de la vida es mejor que no le pasen a usted, ni a nadie, como llegar a una oficina de una reconocida institución y, en el primer día de trabajo, acabar con la página web y lograr lo que ni siquiera Anonymous (colectivo internacional de hackers) había logrado en sus intentos por hackearla, que fue borrar la información de tres meses de trabajo de un equipo de más de seis personas.

Después de semejante cagada y vaciada de la que fue objeto el incauto, que sólo estaba cacharreando e intentando aprender los mecanismos internos de la página, es probable que consiga un mejor trabajo en Anonymous.  

Pero no sólo en la vida laboral se corre el riesgo de cagarla…en la personal también. Fijo en el momento en que hay química entre dos personas y éstas deciden salir para conocerse más, en la segunda salida alguno de los dos se toma uno que otro trago de más y le sienta un poco mal.

El resultado es nada más y nada menos que la devolución del licor y una muerte instantánea, de la cual resucita hasta el día siguiente en la casa de su conquista, de la que comprobó sus verdaderas intenciones. ¿El resultado? Se los dejo a su imaginación.

A veces las mamás son víctimas de su propio invento y ellas se buscan su  propio destino. Como le pasó a la mía que siempre ha tenido problemas en decir su edad. Ella estaba en la Universidad y se encontraba en la casa estudiando con unos amigos el día de su cumpleaños.

Yo tenía siete años y era consciente de que mi mamá hacía hasta lo imposible por esconder el paso de los años, pero ella no era consciente de lo que yo era capaz de hacer y, mucho menos, en venganza de un regaño materno.

Pues me encerré en mi cuarto y, dos minutos después, asomé la cara por la puerta y grité: “¡Para que sepan, mi mamá cumplió 30 años!” Ya se imaginarán las carcajadas de los compañeros de mi querida madre y la cara de esta pobre mujer a quien no le desnudaron el alma, pero sí el inevitable y odiado paso de los años.

Mis amigos, durante nuestros años mozos, en las noches, después de dejarnos en nuestras casas, seguían tomando y daban vueltas por ahí. Una vez les dio por buscar ‘fufurufas’ y uno de ellos quedó ‘matado’ con una mona despampanante de esas que cualquier mujer envidiaría.

Era completamente espectacular que no tuvo necesidad ni de hablar con ella, la química fue suficiente para comenzar a desfogarla con besos y caricias, hasta que descubrió que no era tan ‘mamacita’ como parecía, sino más bien ‘papacito’. Todos los demás fueron testigos de la reacción de aquel amigo que cayó en las garras de Alfredo.

Una amiga que fingía ser la mejor amiga de todas, no lo era tanto. Una vez comenzó a darle consejos de belleza a otra, que se caracterizaba por su bozo chino (aquí chi aquí no) y, para acabar con este problema, cogió una cuchilla de afeitar y, a palo seco, le afeitó sus pelitos…ya se imaginarán el bigote, estilo Horacio Serpa, que le salió a los pocos días a esta pobre.

A veces las personas, por estar en el lugar equivocado, no se alcanzan a imaginar de lo que serán víctimas. Aunque se sientan seguras en la casa de su mejor amiga, nunca cuentan con que ella va a pelear con su hermana mientras ésta última está, en el comedor, comiendo huevo frito con arroz con otra amiga, antes de ir a una fiesta de 15, vestida de satín.

Pero como dicen por ahí “aunque el mono se vista de satín, mono se queda”, pues este elegante vestido no fue un obstáculo para lanzarle el huevo frito a su hermana que, por cuenta de su mala puntería, le cayó en el hombro a la amiga.

Estas son sólo algunas de las cosas de las cuales prefiero prevenirlos para que no le pasen a usted y, en caso de que le ocurran, tome una decisión radical antes de que personas como yo conozcamos su historia, y optemos por publicarla en nuestras Bobaditas Varias.

domingo, 28 de agosto de 2011

Cosas que emputan




Por @CamiNogales

Si buscan energía positiva en este post, están en el lugar equivocado. Como el título lo sugiere, les reitero que aquí no me voy  a referir a un solo hecho positivo, así que, para ese fin, pueden acudir a “El Alquimista” de Paulo Coelho. Si lo que buscan es literatura más profunda hecha canción, escuchen a Ricardo Arjona. Así que les advierto que aquí sólo van a encontrar lamentos de un ser humano por las realidades que vive a diario y que lo desesperan.

Hay cierta clase de personas que a mí me pueden ‘emputar’, disculparán el término pero de verdad no encuentro una palabra diferente para describir este sentimiento. Empecemos por los ‘viejos’, mayores de 50 años, que se resisten a envejecer y creen que el pelo largo es una señal de juventud y que sus canas los hacen ver más interesantes, como las iluminaciones a las mujeres. Esto empeora cuando no se abotonan bien la camisa y dejan al aire libre su pelo en pecho. Se creen todos unos latin lovers pero del hogar geriátrico al que van a llegar.

“Tatsi, setso, ecsenario, edselente, IFECS, Mayami…” Las personas que pronuncian así estas palabras me producen exactamente lo mismo que los señores mayores de edad descritos anteriormente. Nada comparado con aquellos que, cuando están bailando, empiezan a llevar el ritmo de la música con un “sssssstststs”, en el oído de su pareja, como le pasó a un amigo.

Pero tal vez una de las cosas más aburridoras es la típica pregunta “¿eres casada?” a cuya respuesta negativa comentan “pero por qué una mujer tan bonita no es casada”. ¿Qué se supone que uno debe responder a esto? Aún no sé qué se le debe contestar al idiota que hace esta pregunta, ni me importa.

Pero qué me dicen cuando uno llama a saludar a una persona con todo el ánimo y a la pregunta de “cómo está” responde “ahí”. Detrás de esas tres letras hay un muro de lamentos y lo más grave es que nos confunden con un buzón de quejas y reclamos.

También está el ególatra que, tras más de una hora de monólogo, pregunta “ahh y tú cómo estás”…la única opción es responder “bien, gracias. Me encantó saber de ti. Chaooo”  porque ya ni ganas quedan de hablar.

Los indios con poder son lo más desagradable que ha podido tener la humanidad. Como dicen por ahí ‘el que no ha visto a Dios cuando lo ve se asusta’ y eso está 100 por ciento demostrado en las porquerías que hacen ese tipo de personas cuando tienen las facultades para hacerlo.

El típico charlador de la fila de bancos empieza a mirar, subir la ceja, y hacer ruidos como “hmm”. Luego afirma “es que no hay cajeros”, comenta el clima, la atención del banco y, con dichas afirmaciones, lo que busca es entablar una amistad con la persona que esté al lado suyo.

Irme de jeta contra el planeta me reemputa y tropezarme con todo también. Sin embargo, he aprendido a sobrellevar lo segundo porque me ocurre todo el tiempo, pero la impotencia de sentir que me estoy cayendo y no poder hacer nada me indigna y, peor aún, darme cuenta que muchos espectadores presenciaron esta caída libre.

Por eso, la última vez que me pasó (hace dos días) me levanté con dignidad como si no tuviera las manos verdes por el pasto, con las que evité una tragedia peor.

Pero los desgraciados que manejan camioneta en una tarde de lluvia y ven a un peatón desprevenido al que le aceleran cuando pasan por el charco para lavarlos, no tienen perdón de Dios. Esto debería ser objeto de multa y de cárcel porque lo que sí es cierto es que de 10 veces que pasa un hecho de estos, sólo uno es por accidente.

No sé si a ustedes les pasará pero yo, por lo menos, no tengo derecho a estar seria. Debo reírme todo el día porque si no es así piensan que estoy brava. “¿Qué te pasa? ¿Estás brava?” “No estoy brava” “Sí, tienes algo. Estás brava” y pues ya la segunda respuesta es con un tono más enérgico que la primera porque creo que estas son palabras mágicas que logran el objetivo que es, como se dice coloquialmente, 'sacar la piedra'.

Qué tal cuando, con los dedos índice y anular, golpean el hombro durante un periodo de tiempo algo prolongado demandando atención. Ahí sí nada qué hacer y se me sale el Rocky Balboa que llevo dentro y no respondo por mis actos.

No falta la persona que saluda de una manera tan afectuosa que pega tan duro en la espalda y deja a su interlocutor sin aire o el que aprieta la mano tanto que después toca hacer estiramientos.

Los que escupen cuando hablan, los que gritan en el oído como si estuvieran hablando con el más sordo, los hombres que se embetunan el pelo color negro azabache para tapar las canas, las mujeres que se ponen ombliguera para lucir sus llantas y los guisos que se creen “setsis”, son entre otros, personajes que también me emputan.

domingo, 7 de agosto de 2011

El colegio


Por: @CamiNogales
A pesar de que a la mayoría de la gente le produce nostalgia los días de colegio, a mí ni poquito. Es más, cada vez que  pienso en ellos me da terror. Es que esos 14 años de mi vida, desde los 5 hasta los 19 que me hice bachiller o, más bien, me hicieron el favor de graduarme, fueron un parto diario. 

Sí ya sé lo que todos piensan en este momento, que como no soy mamá entonces no tengo el derecho de comparar esta época de mi vida con un parto. Pues sí lo hago y estoy segura de que, después de superar estos años maravillosos, un parto es lo de menos.
 
Ni siquiera tengo buenos recuerdos de Transición que fue el único año de mi vida colegial en el que icé bandera. La razón de dicha mención era que siempre me quedaba dormida en el pupitre, mientras mis compañeritos hacían de las suyas.

Pero no sólo recuerdo con temor mi rendimiento académico, el cual fue en decadencia e hizo que habilitara [1] Biología desde segundo de primaria, sino esos paseos a mi colegio que quedaba en Suba, los cuales me sentaban un poco mal y me hacían devolver la comida la mayoría de las veces. Esas curvas, subidas y bajadas me mareaban un poquito.

Reconozco que la célula y la fotosíntesis, entre otros temas, no eran mi mayor fortaleza, mucho menos abrir sapos, ni nada parecido. Si su exterior no me importaba, por qué me importaría su interior. En qué cambiaría conocer a un sapo por dentro, es más, no quiero seguir hablando del tema porque puedo repetir lo que me ocurría en el bus del colegio, pero en la sala de mi casa.

No sé cómo lo logré, pero llegué a primero de bachillerato (sexto grado) y por poco tienen que acudir a un abogado para sacarme de ahí. Casi hago un doctorado ese año, pero como era tan joven decidí que sería mejor una Maestría, pues lo repetí tres veces. Eso sí cada repetición fue en un colegio diferente.

En el primero perdí el año y no me dejaron repetirlo, y ahí en lugar de Cristo, comenzó a mi mamá a padecer, pues ella era la que tenía que buscarme colegio. En esa época no había Transmilenio e ir más allá del llamado ‘Tercer Puente’ era toda una odisea. Sin embargo, no fue difícil encontrarme un colegio nuevo porque había salido del anterior sólo por perder el año.

En el siguiente colegio fui una alumna destacada, ya no sólo por mi bajo rendimiento académico, sino por una que otra diablurita que llevó a que, por primera vez, me suspendieran por un día. La verdad no recuerdo ese día como un castigo, sino como toda una aventura que comenzó a las 6:00 a.m. cuando un amigo me esperaba en la esquina de mi casa y yo salí con uniforme.

El primer paso era desayunar en la panadería del barrio, luego sentarnos en un parque a fumar y a hablar, escondiéndonos de todos los que pasaban por nuestro barrio para que no nos descubrieran. A eso de las 10:00 a.m. fuimos a Uniplay de Unicentro a jugar maquinitas, luego pizza en Jeno’s y, finalmente, llegamos a una tienda cerca a la casa a esperar a que nuestros amigos llegaran del colegio, para volver, a eso de las 4:00 p.m., e inventar que fue un día muy pesado.

Yo, sinceramente, diría que, más que pesado, fue un día largo y, por obvias razones, más caro de lo normal. Pero como dicen por ahí “al que le gusta, le sabe” y pues como la pasé tan rico, días como éste se repitieron varias veces durante mi etapa escolar. 

Como era de esperarse, este castigo no fue suficiente para mejorar mi comportamiento, así que en este colegio sólo gozaron de mi presencia un añito y, nuevamente, mi mamá tuvo que recorrerse el norte de la ciudad hasta que, para infortunio mío, logró su objetivo otra vez.

Así que entré a otro colegio. Por fin terminé mi Maestría en sexto y pasé a séptimo y no sé cómo, yo creería que, por obra y arte del Espíritu Santo, lo logré. Sin embargo, los profesores no se adaptaron a mí, y me temo que yo tampoco a ellos, así que, a mitad de año, les dijeron a mis papás que era mejor que me sacaran de una vez del colegio porque no iba a pasar el año, y no podría repetirlo allá y ellos no tuvieron alternativa diferente.

Así las cosas, otra vez mi mamá de recorrido por Bogotá. Creo que tengo con ella una deuda, la cual estoy a tiempo de pagar y son varios pares de zapatos. A mí, la verdad, no me importaba y yo quería entrar a cualquier colegio (léase hueco) donde estuvieran mis amigos, lo que mi mamá quería evitar y otra vez, para desgracia mía, lo logró.

Entré a un colegio diferente, donde ya no necesitaba uniforme, había libertad de expresión y de personalidad, pero aún así casi pierdo once. Afortunadamente el ‘casi’ no vale y por fin concluí esa etapa de la vida. Al fin dejé de sentir ese hueco en el estómago cada vez que mis papás iban por mis notas y me preguntaban cómo me había ido.

Yo les respondía “creo que bien” y ellos llegaban con la mala noticia de que ese ‘bien’ eran ocho materias perdidas y sólo pasaba Español, Inglés y Matemáticas, y perdía hasta Educación Física y Trabajo Manual. Siempre perdí con todos los honores y cuando ellos llegaban a la casa, nunca entendía qué había pasado.

“Los profesores dicen que eres muy inteligente, pero molestas mucho, no pones cuidado…” La verdad yo sufría de alzheimer precoz desde muy chiquita porque, en medio de un mar de lágrimas, siempre prometía ponerme juiciosa, pero al día siguiente se me olvidaba.

El día del grado de bachiller el papá de un compañero lloraba de la emoción porque en ese colegio lograron lo que él creía imposible: el grado de su hijo y yo estoy segura que mi papá y mi mamá hicieron lo propio en silencio. Yo, por mi parte, lloré pero de la tristeza de pensar que esto no había acabado y que ahora tendría que seguir estudiando en la universidad.


[1] Para aquellos que no son contemporáneos cuando uno perdía una materia a final de año tenía derecho a presentar nuevamente un examen para no perder el año.

domingo, 24 de julio de 2011

El Jefe



Si hay un personaje impopular en todas las oficinas es el jefe. Es el ‘coco’ de los adultos, el que nos quita el sueño y el que, por lo general, nos hace sufrir y no por amor precisamente. La que más sufre las consecuencias de sus actos es su mamá que, independientemente de que viva o no, se convierte en la mujer más nombrada en ese lúgubre espacio de cuatro paredes, denominado ‘oficina’. 

Los hay de todas las clases, pero su denominador común es su complejo de superioridad frente al subordinado. Bueno, ni tan complejo de superioridad, porque dicha jerarquía se mide en el poder económico frente a sus subordinados y, además, en la licencia que tiene para mandar y como dice mi jefe “el jefe es jefe aunque mande mal” o, más bien,  “el que sabe sabe o si no es jefe”.

Porque aunque ellos se creen unos sabelotodos, lo cierto es que no lo son y, a veces, nosotros sabemos más que ellos. Pero atrévase a insinuárselo a ver qué le pasa, es mejor ‘no patear la lonchera’, claro que, para ser franco, es satisfactorio decirle cuántos pares son tres moscas y desafiar su autoridad. Es justo ponerlos en su sitio, pero no es la mejor de las ideas porque después el retador quedará en el lugar de los desempleados.

Se podría decir que todos son iguales, pero realmente creo que hay una gran diferencia entre hombres y mujeres. La primera que me tocó era muy querida hasta el día en que empezamos a trabajar. Entendí que el nombre de la novela “Otra en mí” no era un invento, sino que era basado en la realidad. También constaté que lo de la doble personalidad no es un cuento, pues una jefe pasa fácilmente de ser Doctor Jekill a Mister Hyde.  

La pesadilla comenzó cuando me prohibía hablar en público. Yo me preguntaba a mí misma: “¿cómo así es que mi palabra no vale?” Pues no y tampoco mi trabajo porque estaba haciendo prácticas. Lo peor ocurrió cuando me confundió con la servidumbre de su casa y como buena periodista tuve que planchar. Confieso que, hasta ese momento, nunca había cogido una plancha ni por curiosidad, motivo por el cual aún recuerdo esa tarde con terror.

Era un vestido largo de satín y cuando lo planchaba por un lado, se me arrugaba por el otro. Me acuerdo perfectamente que sudé como si hubiera hecho tres horas de  aeróbicos intentando plancharlo, hasta que una compañera se apiadó de mí y me ayudó. Cuando por fin terminamos, ese vestido ya no se necesitaba. ¿Se imaginan lo que se me pasó por la cabeza en ese momento? Lo mismo que pensó una colega el día en que la pusieron a hacer el mercado de su ‘querida’ jefe.

El problema de las mujeres es que su estado anímico está estrechamente ligado a sus desórdenes hormonales. Así que, a veces, simplemente porque sí amanecen peleando con el mundo y, lo grave del asunto, es que sus empleados forman parte de ese mundo, así que haga bien o mal las cosas la ‘vaciada’ será ineludible.

Sin embargo, en esos casos, los hombres llevan las de ganar cuando su jefe es mujer porque ellas no saben lo que es la solidaridad de género, sino que conocen a la perfección la insolidaridad de género. A un hombre le llaman la atención, mientras que a una mujer la gritan o, más bien, le pegan alaridos. A ellos los saludan cortésmente, mientras que a una mujer la ignoran y, si no lo hacen, es para llamarles la atención.  

Se creen asesoras de imagen y con la autoridad para decir cómo se deben vestir, peinar y maquillar sus empleadas. El estándar de imagen son ellas mismas así que si son lobas, guisas o decentes, uno tendrá que emularlas para evitar un disgusto de la susodicha.

Pero un jefe hombre tampoco es la utopía. Los hay cascarrabias con un hermoso y grande corazón que, de nada nos sirve, porque eso es lo que le descubrimos con el tiempo, pero no lo que experimentamos a diario. Su forma de demostrar autoridad es a los gritos y con cara de pocos amigos, bueno no sólo es la cara, por lo general y por cuenta de la impopularidad de la que hablaba al principio, tienen, valga la redundancia, pocos amigos.

Ellos sólo reconocen el buen trabajo, en ocasiones, es decir cuando se les da la gana, porque del resto sólo hacen énfasis en los errores cometidos por cuenta de nuestra naturaleza humana. A veces hay que hacer caso omiso de lo que dicen porque son un atentado constante contra la autoestima. Un jefe nunca resalta la inteligencia, sino la ignorancia; tampoco la belleza y mucho menos las capacidades.

Ni mandándolos a un taller de “Actitud Mental Positiva” con Jorge Duque Linares cambiarían de actitud, y mucho menos sabiendo que él es igual a todos. Por fuera de la oficina es el ser más encantador, pero dentro de ella  tiene “la actitud mental” para transformarse en todo lo contrario. 

Se supone que ellos tienen un genio más estable que las mujeres…mentiras ellos también tienen su fin de mes, lo malo es que es impredecible y está sujeto a algunas circunstancias: si es casado, a las peleas con su mujer; si es soltero, a la falta de favores recibidos de parte del género opuesto, y si tiene novia, a lo bien o mal atendido que lo tenga ella. Así las cosas, no importa si el trabajo está bien, regular o mal hecho, siempre lo verá igual a su estado de ánimo y ¿quiénes pagarán?…pues los de siempre, a quienes les hace creer que el sueldo recibido es producto de un favor y no del trabajo realizado.

También se las dan de profesores y aún creen que “la letra con sangre entra”. Esto ocurre, especialmente, cuando ellos son prehistóricos y aluden a la educación de antaño, pero así como la educación ha cambiado, la forma de ejercer la autoridad también. ¿A ver quién se atreve a decirlo? ¿Yo? No creeeoooo.

Si piensa que puede ser amigo de su jefe, olvídelo. Ni se le ocurra llamarlo un fin de semana para saludarlo porque fijo lo pone a trabajar. Si compra o tiene BlackBerry, no sea bruto, no le dé el PIN porque si no le contesta el mensaje del domingo al mediodía, fijo lo regaña el lunes. En fin...en vez de quejarnos tanto de los jefes, trabajemos para llegar a serlo y la madre para el empleado, que ese día, decida escribir un post en su Blog, inspirado en nuestro trabajo.



domingo, 17 de julio de 2011

Twittear o no twittear


Por @CamiNogales

Hace más de dos años abrí mi cuenta en Twitter. Para quienes no lo saben esta es una red social en la que se puede escribir lo que quiera en 140 caracteres. Se pueden subir fotos, videos, links…en fin, es un espacio personal y cada cual hace con él lo que quiere.

Decidí abrirla porque escuché que esta red era exclusiva de las estrellas de Hollywood y pues yo iba en el mismo camino. Al principio no entendía la dinámica y empecé a seguir a Ashton Kutcher, Paris Hilton, Britney Spears, en fin…ya se imaginarán mi cultura cómo se empezó a ampliar.

Además confieso que mis primeros posts eran en inglés para que las estrellas entendieran, aunque no me siguieran, lo que yo quería decir. Me gustaba interactuar mucho con Paris, comentarle sus relojes de diamantes, sus viajes y su vida en general.
        
A Ashton sólo me gustaba verle el avatar. Aunque suena raro, para los malpensados, que no son usuarios de esta red, les aclaro que el avatar es la foto de perfil. No sé por qué motivo empecé a seguir a twitteros locales, lo que iba en contra de mi objetivo principal. Yo, sin embargo, seguía buscando estrellas como a Jennifer Aniston, Justin Timberlake, Pink, con el fin de poder interactuar con personajes similares a mí.
     
Como miembro de esta red social fui aceptando la realidad y es que nadie me estaba leyendo, ni respondían mis menciones. Igual no me importaba porque yo no sabía que se podían leer las menciones. Así que me dediqué a hacer monólogos en inglés, los cuales me permitieron practicar el idioma. Cuando fui ampliando mis followers y tenía más personas cercanas opté por ponerles cuidado, pero el idioma que ellos usaban era más difícil de entender del de las estrellas de Hollywood.
        
Hablaban de una cosa llamada Timeline, los viernes escribían #FF seguido de @, también se referían a trending topics y hashtags. Quedé perdida, parecía mandarín porque era una combinación de signos y letras que ya no era chistosa, sino que se asemejaba a un jeroglífico. Recuerdo que, después de entender lo que significaba #FF (Follow Friday) que no es más que una recomendación de twitteros para seguir, una persona recién llegada a Twitter preguntó si eso quería decir ‘fufurufa’.        

Con el tiempo seguí descifrando estos términos, pero lo que no entendía era cómo, después de desearle Feliz Año al cantante de uno de mis grupos favoritos, me había respondido. No entendía cómo adivinó que le escribí. Lo mejor de todo es que encontré el agradecimiento y el beso por equivocación revisando su Timeline, porque aún no sabía leer mis menciones.         

Poco a poco me fui familiarizando con estrellas como Alejandro Sanz que, como buen español, no le bastan 140 caracteres para hablar y, casi siempre, debe acudir a Tweetlonger, aplicación que sirve para postear un mensaje que supere el límite de caracteres. 

Andrés Calamaro se dedicó a filosofar, sino a pelear con los demás twitteros, hasta cerrar su cuenta. A un Alex Sintek  que mostró sus atributos escondidos detrás de esa cara de nerd…y alguna que otra perla como la de una periodista colombiana que describía su suculento desayuno y, al mismo tiempo, se preguntaba qué estarían desayunando los damnificados del invierno.

Twitter tiene sus pro y sus contras. Lo peor que me pudo pasar fue como jefe de prensa de un político a quien le actualizaba Twitter. Por cuenta de una decisión impopular del personaje fui amenazada con un Unfollow Friday. La ola se fue creciendo entre los más populares. Esta campaña me quitó el sueño, pero mi jefe no entendía la angustia y, simplemente, me decía “no les pare bolas”. Finalmente no supe lo que pasó ese viernes que no aparecí ni por las curvas. Preferí acudir al silencio de los trinos para evitar el bochorno de dejar a mi jefe con pocos seguidores.

En la actualidad, mi jefe no tiene cuenta enTwitter, así que un viernes, a eso de las 5:00 p.m., escribí que me quería ir ya. Más  tiempo tardé en escribirlo que él en recibir un mensaje en el chat de BB. Después de leerlo, me preguntó si estaba aburrida en la oficina y la razón de dicho aburrimiento, pues alguno de mis amables seguidores me hizo el favor de contarle a mi querido jefecito.

En Twitter es fácil ganarse amigos, enemigos, seguidores, exseguidores, admiradores, detractores, tragas twitteras, en fin...pa' todos hay.  Uno se puede culturizar, embrutecer, o no hacer nada. Igual hay que ser responsable con lo que se escribe porque lo escrito, escrito está y  escrito queda, es decir, sus tweets quedarán para la posteridad. Ustedes deciden si "twittear o no twittear"...

Yo sé que se me pasan mil historias, pero la idea es que la segunda parte de este post me la ayuden a escribir ustedes con sus historias en Twitter.