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viernes, 6 de noviembre de 2020

El ladrón juzga por su condición

 



Por: @CamiNogales

Parece que es algo innato juzgar al prójimo. No he conocido al primer ser humano que no incurra en esta práctica. Esta mala costumbre se debe a que, en nuestro concepto, nosotros sí lo hacemos todo bien; pero los demás, no. 

A pesar de que estamos en plena pandemia, pobre el que se contagia de Covid. Más demora en contar su desgracia que en ser juzgado porque la culpa no es del virus, sino de quien lo contrae. Lo triste es que a nadie, salvo algunos familiares, le importa cómo está realmente de salud o si se le ofrece algo, sino la razón por la cual, de acuerdo con estos jueces implacables, buscó y encontró la enfermedad. 

Otra muy común es la del robo de celular o la bicicleta. Obviamente a la víctima le dicen “lo siento mucho”, “lo importante es que está bien, lo material se recupera” bla, bla, bla…pero al hablar con otra persona, se le acusa por sacar el celular en la calle o ‘irse hasta por allá en bicicleta’. ‘Quién le manda’ es la típica frase que se escucha, atribuyéndole la responsabilidad del hecho. Acá no existe el derecho a sacar sus pertenencias porque qué pena con el ladrón por darle semejante papayazo. 

Es como a ese niño vago de la casa, al que su entorno lo juzga por su vagancia, en lugar de preguntarse cuál es la causa con el fin de apoyarlo y resolverla. Pero ocurre lo contrario, lo estigmatizan y el problema, lejos de solucionarse, se agudiza. 

Para muchos de estos jueces, cuando le pegan a una mujer, la culpable es ella por dejarse maltratar o porque algo tuvo que hacer para merecerlo. El agresor, por su parte, no tuvo otra alternativa. Qué pena con el señor ‘golpeador’ porque era más fuerte y su víctima no pudo detenerlo con tres puños. 

Los jueces ‘espirituales’, paradójicamente, son inclementes con el enjuiciado que, por no emular sus actuaciones, merecen todo lo malo que les ocurre y son indignos de su compasión. Justifican una supuesta superioridad que, contrario a lo que creen, demuestra que adolecen de falta de esa espiritualidad que tanto predican.  

En Colombia le echan la culpa a los petristas y a los uribistas de juzgarse los unos a los otros lo que ha desencadenado la polarización política, pero esto es solo un reflejo de lo que somos porque, en esta dinámica de juicios, el que no es como uno, está contra uno. Inteligentes nosotros que votamos por 'X' y brutos los que lo hicieron por 'Y' y así ocurre en todos los ámbitos. Esa es la razón por la que existen feministas y, al mismo tiempo, feminazis. El vegano juzga al carnívoro y viceversa. Se convierte en una dinámica infinita y un círculo vicioso en el que los matices desaparecen. 

Este juez interno es el que impide ver la belleza de alguien sin un ‘pero’ de por medio para referirse a este defecto que va precedido de un ‘en cambio yo’ o un ‘menos mal yo’. Lo que está detrás es la celebración de nuestra supuesta superioridad, a través de la desgracia ajena. 

Yo tampoco me he quedado atrás y he juzgado sin contemplación porque este juez interno nos traiciona con su delirio de perfección. Es ejemplar, único y digno de imitar por el resto de la humanidad que se merece cada una de sus desgracias y se aparece en forma de director técnico, politólogo, psicólogo, nutricionista, crítico de cine y de música, escritor, guía espiritual y de una superioridad moral a toda prueba… en fin, somos nosotros los dueños de la verdad absoluta, de la que el resto de la humanidad carece. 

Pero, en esta dinámica de yo sí y tú no, se nos olvida algo muy importante: que el ladrón juzga por su condición.