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martes, 13 de abril de 2021

Juventud, ¿divino tesoro?

 



Por: @CamiNogales 

Si uno de los piropos que recibe constantemente es que se ve joven, este es el primer indicio que apunta a que ya no lo es, porque si lo fuera, no sería una cualidad para resaltar, si no una realidad que no sería necesario destacar. Cuando yo era chiquita (hace más de 40 años) cualquier mayor de 30 era viejo. En ese paquete entraban mamá, papá, tías, abuelas y todo lo que tuviera relación con ellos. 

Yo pensaba que, una vez cumpliera los 30, tendría mentalidad y apariencia de viejita, y poca expectativa de vida. Esto se debe a que la moda, en los años 70 u 80, no ayudaba a las mujeres mayores de 30 años, que deberían vestir con sastres, y tener maquillaje, peinado y comportamiento digno de una señora. 

Ahora dicen que los 50 son los nuevos 30, claro que esa afirmación está dirigida a mujeres como J Lo (51 años) o Jennifer Aniston (52 años). También afirman que los 40 son los nuevos 20, como es el caso de Shakira (44) y pues, viéndolas a ellas, claramente me reafirmo en ambos dichos, pero no es el denominador común de todas las mortales. 

Lo cierto es que ahora todos somos más jóvenes, física y mentalmente, que antes. Ya ni sé a qué edad empieza la vejez, porque murió Camilo Sesto, a los 72 años, y solo se escuchaban lamentos por la pérdida de este cantante, a pesar de su ‘juventud’. 

Otros factores que han contribuido a que las nuevas generaciones se vean más jóvenes que las anteriores son la alimentación y el ejercicio. Aunque no lo crean (yo sé que sí me creen) me siento mucho más saludable a mis 49 que a mis 20, cuando alcancé a pesar 76 kilos, tomaba, fumaba y era sedentaria. Ahora, casi 30 años después, estoy más vital porque no tomo, no fumo, como saludable y hago ejercicio. Tengo una mente más lúcida y muchas ganas de vivir y crear; mientras que esa joven, llena de excesos, apenas tenía energía para sobrevivir a los mismos. 

Es por esto que la idea de vejez está mandada a recoger. Son varias las mujeres, mayores de 70 con una envidiable actitud ante la vida, como Joan MacDonald (75 años), quien cambió su cuerpo, la enfermedad y la depresión por gimnasio y pesas, y lo logró. Pueden constatarlo en su cuenta de Instagram @TrainWithJoan. Me parece genial, pero la verdad no me imaginaría nunca a ninguna de mis dos abuelas, que en paz descansen, con leggins, tops, gafas oscuras, entrenando como Joan. Definitivamente, eran otros tiempos. 

Al principio de la pandemia, el presidente Iván Duque hablaba de las graves consecuencias del Covid para los ‘abuelos’ que deberían quedarse en casa. Fue tal la indignación de los mayores de 70 de ser llamados ‘abuelos’, por considerarla una palabra despectiva, que el mandatario les pidió excusas y, hasta el sol de hoy, no volvió a referirse a ellos de esa forma. 

Es que ya no necesariamente todos son abuelos porque sus hijos optaron por no darles nietos y, en cambio, de premio de consolación, adoptan una mascota. Por no ir más lejos, Amparo Grisales ni siquiera tiene hijos para llegar a ser abuela. En la cola somos muchas más que no tenemos ni hijos, ni nietos, y no pasa nada diferente a que no hay a quién heredarle nuestras deudas. 

Volviendo al principio, los años pasan y van sumando. Obviamente, a mis 49 tengo más pasado que futuro y eso es irrefutable. En La W Radio, Julio Sánchez Cristo, dijo, basado en un estudio, que los 49 eran los años más críticos en la vida, pues no creo que sea mi caso. Nada se compara con lo duro que me dio la adolescencia, etapa en la cual casi me quedo estancada, pero de la que salí adelante con ayuda profesional y de mi familia. 

Me imaginaba diferente la adultez. Pensé que sería otra, que no echaría los mismos chistes malos de siempre, que tendría todo resuelto, y mi vida sería similar a la de la Familia Ingalls (mis contemporáneos me entienden porque sé que también veían esa serie). Pero no, no tengo hijos, ni esposo, ni mascota, debo trabajar para vivir y no precisamente en la pradera, y cada día resuelvo problemas propios de la vida adulta. 

Lo bueno es que sí me dicen que parezco más joven, lo que significa que no lo soy. Pero a ese piropo contribuye, al mismo tiempo, la niña que llevo dentro, que suele aparecer frecuentemente, incluso sin ser llamada. Pero vivo con la conciencia tranquila y en paz, lo que es mejor que cualquier bótox u otra cirugía destinada a detener el tiempo que, a pesar de ser implacable, no es de mi interés retrasar su paso.