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jueves, 11 de septiembre de 2025

Bolivia, al repechaje

 


Por: @CamiNogales

Tras ganarle a Brasil 1 – 0, en las eliminatorias al Mundial 2026, la Selección Boliviana de Fútbol, ‘La Verde’, quedó con posibilidades, 31 años después, de volver a jugar una Copa del Mundo. Cómo no imaginarte, papi, cuatro meses después de tu partida, celebrando esta noticia, con la que te regodearías ante tus amigos, tu familia y cualquier ser humano que se cruzara en tu camino. Te imaginé llorando a la par con los jugadores, alardeando de tu nacionalidad y esperando, desde ya, con ansias, marzo de 2026, mes en el que se jugará el repechaje. Imposible no llorar, después de ver los videos de tus compatriotas, henchidos de la emoción ante esta posibilidad.

Si Bolivia clasifica al Mundial, tu corazón quedaría dividido en tres camisetas: ‘La Verde’, del país que te vio nacer; ‘La Tricolor’, del que te acogió toda tu vida, y, obviamente, de ‘La Celeste y Blanca’, la de tu corazón. A todas les haré fuerza en tu lugar. 

En nuestra relación padre-hija, las noticias eran el centro, las debatíamos y comentábamos, por aquello de que soy periodista y porque tú vivías más actualizado que muchos de mis colegas. Por eso, empiezo con la más importante, la deportiva; pero en política te tengo una mejor, que te habría hecho recobrar la esperanza en el futuro de Bolivia. 

Después del 17 de agosto, domingo en el que se llevó a cabo la primera vuelta de las elecciones presidenciales, se trazó el fin de la era, de alrededor de 20 años, del Movimiento al Socialismo, MAS, de Evo Morales. Sí, tal cual lo lees. 

A segunda vuelta, que será el 19 de octubre, pasaron los dos candidatos de derecha. Así las cosas, el próximo presidente será Rodrigo Paz o Jorge Tuto Quiroga, quienes no la tendrán nada fácil, pero cambiarán drásticamente el rumbo de tu país. 

Sigo con Colombia y con un hecho que te hubiera devastado. El infame atentado contra Miguel Uribe, en un acto de campaña política de su precandidatura presidencial en el barrio Modelia. Esto ocurrió 28 días después de aquel domingo, 11 de mayo.  Aunque sobrevivió, no fue posible su recuperación, y el 11 de agosto, murió. Este magnicidio nos hizo revivir la peor época de Colombia. El sentimiento generalizado fue de luto y desesperanza. No alcanzo a imaginar lo que te hubiera afectado el regreso de la violencia política, que creímos estaba superado. 

Este año, cuando hablábamos de las elecciones en Colombia, me preguntabas qué va a pasar. Hoy mi respuesta es más desalentadora, que la de esa última charla que tuvimos, porque no tengo la más remota idea. Hay, en total, 69 candidatos o precandidatos. Me siento incapaz de enumerártelos porque mi memoria no es tan prodigiosa como lo era la tuya. Lo cierto, es que, paradójicamente, el panorama electoral es totalmente incierto. Del resto, aunque pasa de todo en un día; todo sigue igual. Como siempre. 

Termino con la noticia musical. Este fin de semana es el Festival Cordillera en el Simón Bolívar. Allí se presentarán algunos de tus artistas favoritos como Miguel Bosé y Rubén Blades. ¿Sabes quién cierra? Mi favorito, Fito Páez, del que soy fan gracias a ti. Siempre sentía mucha emoción antes de verlo, pero ahora tengo temor porque me romperá el corazón y me recordará que ya no estás aquí. Nadie me llamará, al día siguiente y a primera hora, a preguntarme los detalles del concierto, si Fito está viejo, si tiene la misma voz, qué tal la banda, con cuál abrió, con cuál cerró y mil preguntas más que solo formularías tú. 

Eso es todo, papi. Intenté hacer este resumen de estos cuatro meses, en los que los días se han tornado bizarros. Lo más seguro es que no recuerde algunos detalles porque el dolor me impide, a veces, concentrarme en algo diferente al vacío de tu ausencia. 



domingo, 10 de agosto de 2025

Otra carta para ti

 



Por: @CamiNogales 

Hola, papi: Esta es solo una, de las muchas cartas, que sé que te escribiré porque es la única forma en la que me puedo expresar, sin censura, y en la que creo que me sientes o me escuchas. Estos 92 días sin ti han sido muy duros, los más tristes de mi vida, sobre todo porque te creía infinito e infalible. 

Nunca imaginé cómo sería mi vida si mo estuvieras acá, era un panorama impensable, y ahora no quiero ni pensar en cómo viviré, lo que me queda de vida, con tu ausencia. La terapia del alcohólico “un día a la vez” aplica para todo, especialmente, para este caso; porque, si me pongo a hacer cálculos, me derrumbo.   

Ya entiendo por qué decían que el duelo es una montaña rusa de emociones; pero quienes no lo han vivido son indolentes frente al esfuerzo diario que uno hace para sobrevivir a este dolor. Pero eso es lo de menos, lo de más es que te extraño demasiado. Sé muy bien que nuestra relación nunca fue fácil, fui muy rebelde y toda esa rebeldía se traducía en la necesidad de ser vista y amada. 

Obviamente lo hiciste y, por eso, hoy soy quien soy. Si no hubiera sido por tu firmeza, tu lealtad y por ese amor tan grande, que solo siente un padre por sus hijos, y el mismo que te llevó a explorar miles de posibilidades para encontrar el camino que me llevara a tener una vida productiva y feliz. 

Tu preocupación siempre fue la misma, sin importar si yo era una adolescente rebelde de 20 años, o una mujer de 53, con una vida totalmente opuesta a la de su adolescencia. A pesar de este sentimiento de orfandad y, con todo el miedo que puedo sentir al no tener tu apoyo físico, te agradezco, en el alma, por darme las herramientas para salir adelante. 

Quizás, en su momento, no lo valoré porque los hijos lo damos todo por sentado, creemos que todo lo merecemos, somos implacables con los padres y, solo hasta que ellos no están, nos damos cuenta de que todo lo que somos es gracias a ellos. Esto lo escribo con lágrimas en los ojos, y espero que les sirva a quienes no están pasando por esta situación para que reconozcan todo ese esfuerzo hoy, y no mañana cuando sea tarde porque un amor así no lo volveremos a tener nunca. 

Ahora te busco, no solo en fotos, sino en el espejo. Éramos tan parecidos, basta con mirar mis manos, son iguales a las tuyas, mis ademanes, la locuacidad, esa inteligencia a toda prueba -exagero, la mía sí tiene sus límites-, e incluso en cada tropiezo porque hasta la torpeza te heredé. Estás en cada paso que doy y en mi corazón, de donde no saldrás jamás. 

Por eso, cada día, desde que abro los ojos, intento hacer lo mejor que pueda con lo que me diste. Eso es lo que me hace levantar, a pesar del dolor, a trabajar y a buscar más herramientas que me permitan rehacer mi vida. 

Hay días en que me cuesta más que otros, pero recuerdo que me decías que era una “luchadora” y eso  me alienta, a seguir persiguiendo mis sueños, en este momento tan triste en el que mi amor y mis análisis políticos se quedaron sin su principal destinatario. 




miércoles, 11 de junio de 2025

Hace un mes

 


Por: @CamiNogales 


No sé por dónde empezar. A pesar de que solo ha pasado un mes, han sido días tan largos y dolorosos, que perdí la noción de tiempo. Abrir los ojos, cada día, es recordar que lo que ocurrió no fue un sueño; sino que realmente te fuiste, pero no de mi corazón. Te escribo, porque sé que, pese a que no puedes leer esta carta, sientes cada una de mis palabras.


Sé que estás acá, al lado mío, viendo cómo trato de desenredar los pensamientos de mi cabeza y plasmar este dolor; algo, prácticamente, imposible de llevar a cabo. Algunos días siento que me voy a comer el mundo; otros, que el mundo me come a mí porque se me agota la fuerza.   


Mi plan favorito, en este momento de mi vida, sería permanecer en la cama llorando, pero la vida no da tregua y, aunque padezca este inmenso dolor, me exige seguir cumpliendo, como si no lo tuviera. Así las cosas, me baño, lloro; me visto, lloro; voy a la oficina, lloro, voy al gym, y hago lo propio. También me río, celebro el gol de Lucho Díaz, y me imagino tu cara de felicidad con la victoria de Bolivia contra Chile; pero el vacío sigue latente.


Todo cambió, por dentro y por fuera. Hace un mes no recibo tu llamada para debatir sobre las principales noticias. Eras el mejor interlocutor y analista político, y el menos optimista. El día del atentado a Miguel Uribe no sonó el teléfono para hablar de esta infamia que enluta al país. Es más, mi celular ya no suena.


Esta es la carta de una hija adulta que lleva un mes llorando porque creía eterno a su padre. El egoísmo que se desprende de mi dolor se niega a entender que todos tendremos un fin. Para quienes quedamos acá, el momento de partida nunca será el adecuado cuando se habla de los seres que amamos. 


Hoy entiendo el esfuerzo de los papás y su “no le vamos a durar toda la vida”. Es literal. Nunca estamos preparados. Por eso, con el alma, te agradezco por tu espíritu luchador, ese que, con lágrimas en los ojos, me obliga a seguir adelante cada día, con los altibajos propios del duelo, y a honrar tu legado.


viernes, 9 de febrero de 2024

La vejez, un adjetivo que se transformó en insulto

 


Por: @CamiNogales 

El inevitable paso de los años se convirtió en motivo de insulto, injustificado, diría yo, dirigido a quienes ya pasamos el quinto piso o a los que están próximos a llegar. Pareciera que fuéramos pocos los seres humanos que envejecemos; mientras que, aquellos que insultan, se creen bendecidos con el elíxir de la eterna juventud. Está tan satanizado envejecer, que uno escucha a algunos centennials afirmar, categóricamente, que se van a suicidar antes de los 40 porque no piensan, bajo ninguna circunstancia, cumplir tantos años porque "qué pereza ser tan viejos".   

Una de las víctimas de esta fobia, entre las que me incluyo, ha sido Carolina Cruz. Ella subió una foto a sus redes sociales y, a cambio, recibió comentarios como “Cómo se le ven los años”, “¿Qué le pasó?”, “El tiempo haciendo su trabajo”, “Uy, Caro, la cara”. Esto, como si las usuarias, que manifestaron su opinión, estuvieran exentas del paso de los años, y estos cambios solo se evidenciaran en la presentadora. 

De forma paralela, al senador Humberto de la Calle, en una carta remitida por las disidencias de las Farc, lideradas por ‘Ivan Mordisco’, fue objeto de insultos, entre otras, por la misma razón: “Señor de la Calle, siga pasando de partido en partido llevando su vejez con la misma indignidad que ha llevado su lagarta vida…” Aunque el congresista quería hacer caso omiso de dicha misiva, respondió: “Lo único que me llama la atención es que él (Mordisco) habla de la vejez. Se ha vuelto una cultura atacar a las personas por su grado de vejez, como si eso pudiera detenerse. El que se va en contra los viejos se da con una piedra en sus propios dientes”.

La sabia respuesta de De la Calle me representó. Déjenme decirles que Iván Mordisco tiene 49 años, así que no es tan joven como quisiera. Este líder, de un grupo criminal, se siente con autoridad moral de insultar a los demás por el paso de los años. Ironías de la vida. 

Es que no sé en qué momento de la vida se volvió pecado envejecer. Recuerdo que, en épocas de mis abuelas, ellas llevaban la vejez con dignidad, como debe ser. No hacían nada para detener el paso del tiempo en su piel; solo acudían a la crema humectante en la cara, y tampoco recibían insultos del prójimo por viejas y arrugadas. 

Ahora el bótox y las arrugas, de forma paralela, son objeto de crítica, en la vida real y en las redes sociales. Los celulares de alta resolución no ayudan porque muestran las señales que el espejo a veces oculta. Por esta razón, las niñas, desde los 12 años, empiezan a prepararse para evitar los signos de vejez en su cara. Una pequeña tiktoker acude a cremas, aguas termales e hidratantes, entre otras, para cuidarse la piel de la inminente vejez, con 40 años de anticipación. Mujer o más bien, niña precavida. 

Como lo asuma cada persona es su problema, pero lamento informarles que no hay cirugía, ni tratamiento para el desgaste natural de los huesos, la columna y las articulaciones, que nos comprueban que, así digamos que nos sentimos de 15, esta afirmación es falsa porque el deterioro del cuerpo es natural e inevitable. Google tampoco miente y, finalmente, todos los seres humanos llegaremos a ese punto de quiebre, de sabiduría mental y desgaste físico, así que quien crea que me insulta diciéndome vieja, yo le respondo “sí, al igual que su madre”. 


viernes, 10 de noviembre de 2023

Yo tuve bulimia




Por: @CamiNogales

Esta historia, que les voy a contar, es de una persona que, aunque no es especialista en el tema, sufrió de bulimia. Dicen que, al igual que el alcoholismo, uno no se cura nunca de los trastornos alimenticios, solo se aprenden a controlar. Esto pasó hace más de 20 años, pero me parece pertinente contarlo porque veo que esta enfermedad crece en adolescentes inconformes con su cuerpo y su entorno. 

Se trata de un problema mucho más complejo, que va más allá de la comida. Cada trastorno es diferente y es la respuesta a unas situaciones, personales y familiares, que han afectado psicológicamente a la persona que los sufre. En mi caso, todo empezó con dietas restrictivas para adelgazar, no en aras de alcanzar una mejor salud, sino como un autocastigo por ser gorda.

La dieta del atún y la piña, comer solo proteínas, someterme a inyecciones dolorosas e intensas jornadas de ejercicio eran el látigo que me daba, y lo único que producían era un efecto contrario: un deseo indescriptible de ‘tragar’, pues no se puede hablar de comer cuando ni siquiera se saborea lo que pasa por la boca, y se comen cantidades incuantificables de harinas, postres y todo lo que sea posible, en cuestión de minutos. Todo esto se hace, a solas, a escondidas de los demás y con sentimiento de culpa, como si se estuviera cometiendo el peor acto delincuencial.

Estas compulsiones no se le cuentan ni al mejor amigo. Con un vacío en el estómago, ganas de llorar y, al mismo tiempo, de vomitar, uno simula que todo transcurre normalmente. En las noches, con pesadez en el estómago, sudores, cargo de conciencia y un alto grado de depresión, se dificultaba conciliar el sueño. 

Al día siguiente, con ese complejo de culpa llegaba al gimnasio a castigarme durante tres horas por el pecado cometido el día anterior. Así transcurría mi vida, y era un círculo vicioso que giraba en torno a la comida. Aunque sabía que me sentiría miserable después de cada atracón, me era imposible detenerme. Es difícil explicarlo con palabras, es como una fuerza superior que lo domina a uno. Los que lo han vivido saben a qué me refiero

Por eso, fui a un endocrinólogo, creyendo que él podría hacer un milagro. Le dije que necesitaba urgente una dieta, a pesar de que había perdido la fuerza de voluntad. Él me hizo varias preguntas y, al final, me respondió: “No le puedo recetar una dieta. Usted tiene bulimia y debe ir al psiquiatra”. Esto fue como un ‘baldado de agua’, para mí, pero en el fondo tenía claro que, este asunto, era mucho más complejo y, por lo tanto, no saldría sola del mismo. 

Ahí empezó mi camino hacia la sanación. Psiquiatras, psicólogos y bioenergéticos han pasado por mi vida. En mi caso, entendí el origen de los trastornos. El problema no era la comida, sino esos dolores de la infancia no gestionados. Cada uno tiene su propia historia, así que la causa de los trastornos está sujeta a la vida del paciente.  

Gracias a esta ayuda profesional no volví a vivir este infierno que, a mis 28 años, me quitaba las ganas de seguir. Entendí que, mi éxito o fracaso, no dependían de una báscula, sino de mi propio esfuerzo. Que el sobrepeso no define a una persona y que hay mucho por explotar dentro de uno. Sin embargo, estoy segura de que no me curé al 100 % porque intento comer saludable, hago ejercicio constantemente, pero los días que, por alguna razón, no puedo hacerlo, entro en conflicto conmigo misma. No me abstengo de comer algo rico, pero intento tener una alimentación balanceada. 

Dicen que, de los trastornos alimenticios, así como del alcoholismo y las drogas, no se sale. Eso lo descubrí, hace poco, porque, en TikTok, lo que más veo son videos de comida y de rutinas de ejercicio. Es decir, la comida que veo, la quemo con los entrenamientos del prójimo. Afortunadamente, esto pasa en la vida virtual y no se replica en la real.  


jueves, 15 de diciembre de 2022

La Paz Total

Por: @CamiNogales
 

Desde el 7 de agosto, fecha de posesión del presidente Gustavo Petro, se habla de la importancia de alcanzar la paz total, una de las banderas del actual Gobierno. ¿Quién no quiere la paz total? Obviamente todos la anhelamos, pero le endilgamos esta responsabilidad solamente a los gobiernos de turno.

 

Pastrana, Uribe, Santos y Duque son, hasta ahora -entre otros- los responsables de que no alcancemos, en su totalidad, lo que siempre hemos soñado. Ahora, con la ‘Paz Total’ del presidente Petro se supone que, por fin, cumpliremos este sueño.  

 

Mientras los gobiernos –históricamente- se han desgastado analizando cuál es la fórmula que les permita alcanzar la paz y los catapulte como los mejores, nosotros seguimos esperando a que ellos actúen. Entretanto, yo me pregunto, ¿cuáles han sido nuestros aportes a la consecución de la paz?

 

Mi respuesta a esta pregunta es “poco o nada”. Basta ver las redes sociales, espacio virtual y epicentro de la intolerancia, y ni hablar de lo que ocurre en las calles. Esa cadena de violencia se rompe el día en que uno pueda llevar a cabo un reclamo, en Migración –en el aeropuerto El Dorado- sin recibir una patada a cambio.

 

Cuando los hombres no maltraten a las mujeres y dejen de alcahuetearse entre ellos mismos esta violencia, como ocurrió con un periodista y su amigo. Este último no solo lo cubrió para evitar que alguien lo viera mientras golpeaba a la novia en un ascensor, sino que le ayudó a sacarla del pelo, arrastrada por el piso, a través de una puerta del garaje, como si se tratara de un bulto de papa.

 

Las ínfulas de superioridad son otro de los espirales de violencia como las de la DJ Camila Gutiérrez, que le pegó a una azafata de Avianca, y le dejó tremendo ‘chichón’, por no dejarla subir a un avión debido a que su tiquete era de otra aerolínea.

 

Un ejemplo similar es el del alto funcionario de la secretaría de Gobierno que, abusando de su poder, mandó a cerrar un bar en retaliación porque –por su estado de alicoramiento- le habían impedido su ingreso.

 

Tampoco se consigue la paz con conductores como el de una camioneta que arrolló a un ciclista –en la carrera 15 en Bogotá- simplemente porque se le dio la gana; ni con un congresista borracho que se dedica a insultar a los policías y pide disculpas al día siguiente, argumentando problemas de alcohol; ni con personajes semejantes a Johnier Leal. 

 

Si se reciben amenazas de muerte e insultos por expresar opiniones, se abusa de la confianza de la gente, se aprovechan de altos cargos públicos para apropiarse de lo que no les pertenece, y el vivo sigue viviendo del bobo, estamos muy lejos de la paz total.

 

El día en que, en un semáforo, el de atrás deje de pitar y de 'putear' –desesperadamente- cuando la luz apenas está en anaranjado; los padres no agredan a sus hijos, a quienes deben proteger y respetarle sus derechos; los carros cedan el paso; los ciclistas, ‘moteros’ y peatones respeten las normas de tránsito; no haya mal parqueados en las calles; las personas envidiosas dejen de opinar sobre lo que no se les ha preguntado; los profesionales reciban ese respeto que merecen por quienes creen que –por su autoridad efímera- tienen la potestad de maltratar, ignorar y pasar por encima de su integridad, y cuando los verdaderos culpables de un robo sean los ladrones y no a los que nos robaron por ‘dar papaya’. Ese día, apenas, estaremos acercándonos un poco hacia ese objetivo porque solo por medio del respeto a la vida y al otro se podrá alcanzar la paz. 

 


Estos son solo algunos aspectos en los cuales debemos trabajar como sociedad (digo debemos porque yo también debo poner mi grano de arena)– de forma paralela- a una mesa de negociación porque de nada sirve la paz del Gobierno, con los grupos armados, si no acabamos con esta cultura violenta en la que nos acostumbramos a vivir.

 

martes, 16 de agosto de 2022

No está mal estar mal

 


 

 Por: @CamiNogales

Esta frase del escritor Mario Mendoza, en una entrevista a mi compañero de la universidad y colega, Jairo Patiño, en la presentación de su libro ‘Leer es resistir’, me quedó sonando. Él habla de las redes sociales y de la positividad tóxica a la que estamos expuestos a diario: “Las redes sociales es un mundo en el que tengo que estar muy pendiente de mí, cuánta gente me dio like, cuánta gente me escribió, cuánta gente me respondió acá, qué me dijeron, yo en Twitter, yo en Instagram, yo en Facebook…yo, yo, yo, yo…selfie, selfie, selfie, yo aquí en el restaurante ‘tal’, yo de vacaciones, y ese pronombre personal de la primera persona del singular se nos ha vuelto un monstruo de narcisismo exagerado…”

 

Sobre el segundo tema, contenido central de este post, asegura que “el establecimiento te manda mensajes todo el tiempo de una positividad tóxica. Entonces tienes que triunfar, ser exitoso, lograr cosas en la vida. Desde por la mañana te levantas mirando frases positivas sobre cómo lograrlo, tú vales mucho, cómo mejoras tu autoestima…y resulta que la vida no es eso, la vida es una suma de cosas. Entre esas, hay cosas de positivismo, chévere, pero la vida muchas veces es enfermedad, dolor, fracaso, muerte, silencio, duelo. Hay una cantidad de sentimientos, emociones que no están mal, que son parte de la condición humana y no hay porque estarlas negando…yo no tengo por qué ser feliz todo el tiempo, no tengo por qué llegar a la empresa y ser el entusiasta, sonriente, que siempre está bien, el que nunca se deprime, eso no está bien. No está mal estar mal. Uno tiene ese derecho. No está mal llorar, no está mal deprimirnos, es un mundo muy duro, todo eso ha generado una patología, un exceso de ese pronombre personal”.

 

Me tomé el trabajo de transcribir estos apartes porque me identifico totalmente con lo que dice el escritor. Estoy aburrida de esta ‘superioridad moral’ de esas personas que promueven la mal llamada ‘espiritualidad'.  Esto lo afirmo a pesar de que todos los días, desde hace muchos años, trabajo en mí. Ha sido algo íntimo y muy doloroso, que no se reduce a repetir frases superfluas, para atraer la abundancia, entre otras, promovidas por los 'gurús' de este positivismo.

 

De acuerdo con mi experiencia, el camino para sanar no está en repetir que soy próspera, hermosa y feliz. Ese camino empieza con la búsqueda de la raíz de los problemas o enfermedades, físicas y mentales, proceso que debe ser guiado por un terapeuta.

 

Por lo general, se originan en situaciones traumáticas que el subconsciente borra para evitar dicho dolor. Parte del proceso de sanación consiste en revivirlas, sentirlas, llorarlas y odiarlas, nuevamente, para concientizarlas. Estoy segura de que lo más fácil sería escoger el camino de la superficialidad, ese que no conduce a ningún lado porque las heridas siguen abiertas, pero escondidas, detrás de una ‘falsa’ positividad.

 

Este movimiento es similar al de una secta a la que no puede ingresar ningún ser humano que sienta una emoción negativa. El fanatismo lleva a la intolerancia y, en un mundo de seres humanos diferentes, no podemos estar peleando con el que no piensa igual; sino, por el contrario, aprendiendo de las diferencias. El argumento para alejarse de quien no comparta ese pensamiento es que ese ser humano vibra en una frecuencia inferior. Yo me pregunto, ¿quiénes somos nosotros para juzgar y decir quién ‘vibra alto’ y quién ‘vibra bajo’?

 

Como soy un ser humano, no un ser de luz, ni levito, ni nada parecido,  a pesar de tratar de superarme, confieso que a veces no lo logro, me estanco, me deprimo, me dan crisis de ansiedad, que tengo que enfrentar y, cuando se agudizan, debo acudir a ayuda profesional. De lo que sí estoy segura es que estas circunstancias no me hacen ser inferior a nadie. 

 

Las palabras de Mendoza son contundentes. Así como hay momentos de felicidad, hay tragedias; etapas de prosperidad y a veces de pobreza; de salud y enfermedad que no se solucionan con un libro, una frase o una visualización. Es la vida. Por eso, al igual que este escritor, yo estoy totalmente de acuerdo en que “no está mal estar mal”. Los más grandes aprendizajes de la vida vienen de los momentos más difíciles, y así como existe la oscuridad también existe la luz.